Afleveringen

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Bienvenidos a habia una vez…. Feliz ano nuevo. Hoy voy a hacer un cuento que tiene dos cuentos iguales pero muy diferentes.

    Había una vez, en tres lugares muy distantes de belen , tres sabios reyes. Uno de ellos vivía en el África profunda, el otro vivía en el Asia y el otro vivía en lo que hoy es Europa. Todos tres eran grandes astrónomos y conocían a la perfeccion el firmamento y sus estrellas. Pero un día vieron que una estrella aparecía y brillaba en la noche como ninguna otra lo había hecho antes. Cada uno consulto sus documentos para ver si dicha estrella se había reportado anteriormente y se dieron cuenta que esta estrella era nueva.

    Algo extraordinario había sucedido. Nunca habían visto aparecer una estrella tan bien definida y brillante de un día para otro. Debía estar marcando un acontecimiento maravilloso y único.

    Comprendieron que esta estrella anunciaba el nacimiento de un Rey muy especial, un niño que traería paz y amor al mundo.

    Decidieron seguir la estrella, y recogiendo sus cosas iniciaron el viaje cada uno por su cuenta y comenzaron a viajar hacia la dirección que les marcaba aquel astro. Melchor de origen europeo decidio llevar consigo un regalo que representara la dignidad de un rey universal. Y se le ocurrió llevar oro para dignificar aquel nuevo rey. Gaspar que venia del Asia, sabía que aquel niño que había nacido debía ser ensalzado y por ello llevo en incienso que se utiliza para pedir al cielo glorias. Por su parter Balthazar que venia de el África quería llevarle algo que le aliviara las penurias de la vida y para ello escogio la mirra que se utilizaba para curar las molestias del cuerpo y que se utilizaba como bálsamo

    El viaje de cada uno fue largo y lleno de aventuras, pero la esperanza y la fe de los Reyes Magos les dio fuerzas para seguir adelante. Finalmente, se encontraron los 3 a las afueras de belen y comprendiendo que aquella estrella marcaba efectivamente un nacimiento glorioso decidieron acercarse con humildad a aquel palacio que suponían tenía la estrella sobre si. Cual seria su sorpresa cuando al llegar vieron que la estrella iluminaba una pequeña gruta que servia de establo y que allí estaba una pareja con un bebe rodeados de unos cuantos pastores, un buey, un caballo, un burro y una oveja. Allí, encontraron al niño Jesús en un pesebre, arropado en pañales y rodeado de animales.

    Con gran reverencia, los Reyes Magos ofrecieron sus regalos al niño y se arrodillaron ante él. María y José, los padres del niño, los recibieron con gratitud y asombro. Los Reyes Magos sabían que habían presenciado un milagro y que ese niño cambiaría el destino del mundo.

    Después de pasar una noche en el establo, los Reyes Magos se despidieron y regresaron a sus tierras, llevando consigo la bendición de haber visto al Rey de reyes. Jamás olvidaron aquella estrella brillante y el niño que trajo esperanza a la humanidad.

    Y así, cada año, recordamos la visita de los Reyes Magos el 6 de enero, celebrando su viaje y los regalos que trajeron para honrar al niño Jesús

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez, en un reino digital de nuestro ciber espacio , tres influencers que vivían y trabajaban en diferentes dominios de internet. Uno llamado Melchor vivía en el ciber mundo de Europa, el otro llamado gaspar en el ciber mundo del Asia y otro llamado Baltazar vivía en el ciber mundo del África. Estos influencer eran famosos por toda las plataformas de los medio sociales ya que permanentemente estaban haciendo posting en youtube, instagran, Facebook, x y otros muchos. Estaban generalmente muy ocupados y tenían muchos seguidores. De pronto cada uno vio como empezaban a aparecer miles de posting hablando de una estrella real que había aparecido en el cielo. Los tres que nunca se habían interesado por el firmamento y sus maravillas por estar siempre frente al computador decidieron salir a mirar las estrellas y allí frente a sus ojos vieron que era verdad. Había una estrella a lo lejos que era muy, pero muy brillante. Cada uno por su cuenta pensó. Uyyy no lo puedo creer. Tengo que ser yo el primero que me haga una selfie con esa estrella pero desde bien cerca. Y cada uno arranco su viaje. Consultaron en su GPS la mejor ruta y que debian utilizar y curiosamente los cálculos le daban a los tres que llegarían el día 6 de enero. Y así cada uno hizo las reservas por internet y se montaron en sus respectivos vehículos rumbo a ese lugar que internet les calculaba.

    Lo que los tres pensaban era que esa estrella debía estar sobre un tremendo palacio donde seguramente había nacido una mega estrella de la música o un super deportista que seria el mejor de todos en la historia. Pero cada uno pensaba que debía ser el primero en hacerse el selfie con dicha futura maravilla y su estrella

    Melchor, el experto en seguridad cibernética, decidió llevar un regalo especial: un cofre digital lleno de criptomonedas, perfecto para el futuro rey de los medios sociales. Gaspar, el gurú de la inteligencia artificial, creó un incienso digital que difundía una fragancia relajante en el entorno virtual, algo nunca visto anteriormente y que pensaba que si tenía éxito podría ofrecerlo más adelante en amazon. Baltasar, el mago de los gadgets, llevó una dispositivo que producia un calor muy especial y que además emitia un olor a mirra , Pensaba que este seria capaz capaz de curar a sus usuarios de cualquier molestia física con solo acercarlo al cuerpo.

    El viaje fue lleno de retos cibernéticos, en muchos lugares no había internet o la recepción era muy mala, en algunos lugares estaban bloqueados los contenidos y no había referencia de como seguir. En otros lugares el gps se perdia y en otros simplemente no había energía y los cargadores de los celulares se descargaban y les tocaba seguir simplemente preguntando a los habitantes. Los tres descubrieron que la gente en el mundo real era más agradable que en el ciber espacio.

    Finalmente se encontraron los tres afuera de belen y como allí no había internet ni celular ni energía les toco seguir simplemente la estrella para que los guiara. . Allí, encontraron Un niño jesus en una humilde cueva rodeado por sus dos padres, un buey, un caballo, un burrito y una ovejita. Y un grupito de pastores. Su sorpresa fue impresionante Ciertamente había un mundo real con personas reales y todas podían vivir sin internet.

    "¡Hola, somos los magos influencers!", dijeron con entusiasmo. María y José, los, los recibieron con una mezcla de sorpresa y gratitud. Melchor entregó las criptomonedas, asegurando que el futuro rey estuviera financieramente seguro. Gaspar activó el incienso digital, llenando el lugar de una fragancia relajante que mejoró el ambiente a cueva , Baltasar, con una sonrisa tecnológica, inst

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez en un pequeño pueblo de Judea una familia que después de haber recorrido muchos kilómetros habían logrado conseguir pasar la noche en una pequeña gruta que servia de establo para algunos animales. La familia estaba esperando el nacimiento de su bebe y sabían que el momento seria pronto. Aquella noche era una noche fría y el único recurso que tenían para protegerse era el heno que le daban a aquellos pocos animales que vivían allí.

    Si bien las circunstancias no eran las ideales para tener un bebe La futura madre sabía que todo saldría bien ya que su futuro hijo había sido enviado por Dios y Dios siempre estaba con ellos. Sin embargo, el frio de la noche la hacia tiritar y su esposo solo podía abrazarla para darle un poco de calor.

    En los campos cercanos vivía un un joven pastor llamado David. David era conocido por su humildad y su corazón generoso. Aunque no tenía mucho, siempre estaba dispuesto a compartir lo poco que tenía con los demás.

    Durante aquella noche fia de Invierno, David se dedicaba a cuidar a sus ovejas y se encontraba fuera de su pequeña tienda de campaña vigilando el tranquilo deambular de las ovejas dentro del corral que les había preparado.

    La luz de la luna se reflejaba sobre el blanco cuerpo de sus ovejas y esto hacia a David feliz ya que podía vigilar mejor a todo el rebaño.

    De pronto sus ojos se fueron apartando de sus ovejas y una luz extraña le llamo la atención en el firmamento. David conocía muy bien el mapa de estrellas ya que había pasado gran parte de su vida contemplando las estrellas en el campo. Esta estrella no había estado allí antes y realmente era muy brillante, tan brillante que opacaba las estrellas a su alrededor.

    La estrella además producia una luz que claramente se dirigía a algún sitio cercano. Curioso decidio seguir esa luz y ver que era lo que indicaba.

    David recorrio varios kilómetros hasta que a lo lejos se veía el poblado de Belen donde vivían sus padres pero la luz parecía caer sobre pequeña colina que se separaba de aquel poblado. Allí habían algunas grutas que se usaban como establo para los animales pero en este caso era claro que la estrella parecía haberse posado sobre una de las grutas. Curioso y con un poco de temor siguió recorriendo el camino que lo llevaba cerca de las grutas y de pronto oyo un ruido como de un bebe.

    Más extrañado aún se acercó a inspeccionar la gruta de donde provenia aquel sonido inconfundible. Lentamente se asomo a la gruta y vio allí que entre la paja que se le daba a los animales para comer había una pareja con un bebe en sus manos. No sabía sus nombres y porque estaban allí pero David sabía que aquel era un momento glorioso y que estaba ante algo muy especial. Sabía que debía ayudar a aquella pareja y aquel niño indefenso.

    Con mucho cuidado se acercó a la pareja y sacándose de sus hombros el pobre manto de lana que lo acompanaba cuando salia a la interperie se lo ofrecio a la madre. Esta lo miro con mucha emoción y reconociendo en David un ser generoso acepto el manto y suavemente lo puso sobre el cuerpo del bebe recién nacido.

    El bebe sonrio al sentir el suave y cálido toque de aquel manto y de sus sabios salieron unos cuantos sonidos de placer.

    David no podía dejar de mirar aquel bebe, reconocia en el un ser que traería un nuevo mensaje al mundo. Pese a estar en un lugar humilde y rodeado por un par de humildes animales había algo en su mirada y en su gesto que le traía una sensación de paz.

    Sin saber porque se arrodillo a un lado de aquel bebe y las manos del bebe se extendieron para toc

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez una ciudad llamada Luna Gris, Se llamaba así porque la niebla que bajaba de las montanas se enroscaba entre los edificios como fantasmas y la luna cuando salia no brillaba en todo su esplendor sino que se veía gris y triste. En esa ciudad la gente caminaba con la mirada baja, la Navidad había perdido su brillo. Las luces parpadeaban sin alegría, los villancicos sonaban huecos y los regalos se entregaban sin emoción. La esperanza parecía haberse esfumado, dejando tras de sí una sensación de vacío y desilusión.

    En un pequeño taller de las afueras de la ciudad, trabajaba un zapatero llamado Elías. Sus manos, marcadas por el tiempo y el trabajo, habían conocido la dureza del cuero y la frialdad de las herramientas. Elías había perdido a su esposa hacía unos años y, desde entonces, la tristeza se había instalado en su corazón, como una sombra persistente. La Navidad, que antes era un tiempo de alegría, se había convertido en un recordatorio doloroso de su pérdida.

    Este año, Elías no tenía ningún deseo de celebrar la Navidad. No había adornado su taller, ni había preparado ninguna cena especial. Se limitaba a trabajar en silencio, intentando ahogar su tristeza en el ritmo repetitivo de su oficio.

    Una tarde, mientras Elías trabajaba en un par de botas viejas, una niña llamada Sofía entró a su taller. Sofía, de ojos brillantes y sonrisa traviesa, era la hija de un vecino. Siempre radiante de alegría, era una pequeña chispa de luz en la sombría ciudad de Luna Gris.

    "Buenas tardes, señor Elías," dijo Sofía con voz dulce. "Mi mamá me dijo que usted hace los mejores zapatos de la ciudad."

    Elías levantó la vista, sorprendido por la visita de la niña. Sus ojos, cansados y apagados, se encontraron con los de Sofía, que brillaban con una alegría contagiosa.

    "Sí, hago zapatos," respondió Elías con voz ronca. "Pero no creo que sean muy especiales."

    Sofía sonrió y se acercó a la mesa de trabajo de Elías y con su suave voz murmuro "Yo creo que sí," dijo con convicción. "Yo creo que usted hace zapatos con magia."

    Elías se sintió conmovido por las palabras de la niña. La magia era algo que había dejado de creer hacía mucho tiempo.

    "¿Qué te gustaría que te hiciera?" preguntó Elías con curiosidad.

    La niña manteniendo la voz baja le dijo como si fuera un secreto. "Quiero unos zapatos que me hagan volar," respondió Sofía con los ojos llenos de ilusión.

    Elías sonrió con tristeza. "No creo que pueda hacer eso," dijo. "Pero puedo hacer unos zapatos que te hagan sentir feliz."

    Sofía sonrió y asintió con entusiasmo.

    Durante los días siguientes, Elías trabajó en los zapatos de Sofía con una dedicación que no sentía hacía mucho tiempo. Utilizó el cuero más suave, las puntadas más finas y los colores más brillantes. Mientras trabajaba, recordaba la alegría que sentía su esposa al ver los zapatos nuevos que el hacia.

    En la víspera de Navidad, los zapatos de Sofía estaban listos. Elías se los entregó con una sonrisa que había olvidado que existía. Sofía, al verlos, gritó de alegría. Se los puso de inmediato y comenzó a correr por el taller, riendo y saltando y abriendo los brazos como alas como si de verdad pudiera volar.

    La alegría de Sofía era contagiosa. Cuando elias vio a aquella niña como si volara con sus zapatos sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su corazón. Era como si la magia de la Navidad, que había creído perdida, estuviera volviendo a su vida.

    Esa noche, mientras caminaba por las calles de Luna Gris, Elías notó algo inusual. La gento lo miraba a el y le agradecían.

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un valle que se llenaba de luciérnagas cuando caia la noche y por eso era llamado el valle de las Luciérnagas, En dicho valle la nieve caia como polvo de estrellas y los arboles se llenaban de copos de nieve que resplandecían con la luz de la luna. Allí en medio de aquel valle vivían los habitantes de un pequeño poblado que valoraban mucho la bondad sobre todas las cosas Sin embargo, en una colina aledaña que llamaban la colina silenciosa vivía un anciano llamado Silas. Silas era un viejo ermitaño que no se relacionaba con nadie y del que se decía que tenía el corazón frio y duro como una piedra. Lo que no sabían es que aquel viejo tenía una amargura que le había congelado el corazón.

    Silas, en otros tiempos, había sido un hombre generoso y alegre, conocido por su habilidad para tallar juguetes de madera que llenaban de felicidad a los niños del valle. Pero una gran desilusión, una traición que le había calado hasta los huesos, le había llevado a recluirse en su cabaña en la colina, lejos de la vida y de la alegría. Cada Navidad, mientras el valle se llenaba de luces y risas, Silas se encerraba en su soledad, dejando que el resentimiento se alimentara como un fuego oscuro y se encerraba en lo más profundo de su cabaña para no oír o ver la felicidad de los habitantes de aquel pueblo en el valle.

    En el corazón del valle, vivía una niña llamada Iris, cuyos ojos brillaban con la misma luz que las luciérnagas que daban nombre a su hogar. Iris, a pesar de su corta edad, poseía una sabiduría que iba más allá de sus años. Observaba el mundo con atención y sentía una profunda empatía por todos los seres vivos.

    Un día mientras caminaba con su padre cerca a la cabaña de Silas lo vio en la puerta regando las plantas y le pregunto a su padre quien era el. El padre le contó la historia de Silas y como cuando el era niño era Silas quien le regalaba los mejores juguetes de madera. Y el recordaba con mucho cariño la bondad de aquel hombre hoy encerrado en su casa alejado de la sociedad. Iris vio en los ojos de aquel hombre una mirada triste que le impacto.

    Este año, la tristeza de Silas le preocupaba más que los adornos navideños o los regalos.

    Iris no entendía por qué Silas, que había sido tan generoso en el pasado, se había cerrado al mundo. Decidió que debía hacer algo. No sabía cómo, pero su corazón le decía que la bondad era la llave para derretir el hielo que había congelado el alma del anciano.

    Con la llegada de la Navidad, Iris ideó un plan. Reclutó a sus jóvenes amigos, , y les propuso crear un regalo especial para Silas. No sería un juguete tallado con madera, ni un adorno brillante. Sería un regalo hecho con la bondad y el cariño de sus corazones.

    Durante días, los niños trabajaron en secreto. Recogieron las frutas más rojas y dulces del bosque, cosieron pequeñas bolsas de tela con retazos de sus propios vestidos, y escribieron cartas llenas de palabras amables. Cada acción era un acto de bondad, un intento de transmitir la calidez que sentían hacia el solitario anciano.

    En la víspera de Navidad, mientras la nieve caía suavemente sobre el valle, Iris y sus amigos subieron hasta la cabaña de Silas. Dejaron los regalos en la puerta, con un pequeño cartel que decía: "Para Silas, con el cariño de los niños del Valle de las Luciérnagas". Luego, se escondieron entre los árboles, esperando que el anciano saliera.

    Pasaron las horas y, finalmente, la puerta de la cabaña se abrió. El anciano Silas salió con cautela como siempre pero sus ojos vieron algo que no se esperaba. Una docena de pequeños paquetes de frutilla con notas pegadas, su rost

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    Había una vez un pueblo llamado Cedro Alto, donde los árboles milenarios susurraban como si contaran sus secretos al viento y las casas se protegían de el viento bajo la sombra de las montañas, En este pueblo la Navidad era un tiempo de tradiciones arraigadas y corazones cálidos. Sin embargo, este año, un joven llamado Esteban se sentía ajeno a la alegría festiva.

    Esteban vivía con su abuelo, un anciano relojero de manos temblorosas y ojos sabios. El abuelo se pasaba los días reparando relojes antiguos, escuchando el tic-tac de las historias del tiempo. Esteban, aunque amaba a su abuelo, se sentía frustrado por su propia incapacidad para comprender el valor de las tradiciones. Para él, la Navidad se había convertido en una repetición monótona de adornos, villancicos y cenas familiares y honestamente no le veía ningun sentido.

    Este año, Esteban había decidido no participar en la celebración. No tenía ningún interés en las muestras de afecto, ni los regalos, ni en las luces que parpadeaban sin cesar. Se sentía desconectado de la magia que todos parecían disfrutar. En su lugar, se refugió en el taller de su abuelo, observando en silencio cómo las manos del anciano manipulaban las piezas diminutas de los relojes.

    Una tarde, mientras Esteban miraba con desgano el trabajo de su abuelo, éste le entregó un pequeño reloj de bolsillo antiguo. El reloj estaba roto y su esfera, opaca por el tiempo, apenas dejaba ver las agujas.

    "Este reloj," dijo el abuelo con una voz suave, "es especial. No marca el tiempo como los demás, sino que marca las pequeñas cosas, los momentos que realmente importan."

    Esteban tomó el reloj con curiosidad. "¿Pero qué momentos marca?" preguntó con escepticismo.

    "Eso," respondió el abuelo con una sonrisa enigmática, "depende de ti, Esteban. Debes aprender a escuchar el tic-tac del corazón y descubrir los momentos que verdaderamente te hacen feliz."

    Esteban, sin entender del todo, guardó el reloj en su bolsillo. Esa noche, mientras el resto del pueblo celebraba y cantaba villancicos de la novena de navidad, él se sentó solo en la ventana, observando las luces de las casas como si fueran estrellas lejanas. Sintió un profundo vacío, una sensación de que se estaba perdiendo algo importante.

    En ese momento, recordó las palabras de su abuelo y sacó el reloj de su bolsillo. Al tocar la esfera fría, notó que la aguja minutera se había movido ligeramente. Esteban, intrigado, decidió salir a la calle. Caminó sin rumbo fijo, dejando que el destino lo guiara.

    Mientras vagaba por las calles silenciosas, vio a una joven sentada sola en un banco del parque. La joven, llamada Clara, estaba llorando. Esteban, recordando la soledad que él mismo sentía, se acercó a ella.

    "¿Qué te pasa?" preguntó con timidez.

    Clara le contó que había perdido su collar favorito, un regalo de su abuela fallecida. Esteban, movido por la empatía, decidió ayudarla. Juntos, buscaron en la nieve durante horas, hasta que, finalmente, Esteban encontró el collar entre las hojas caídas de un arbusto y ambos simplemente se pusieron a reir de alegría por haber encontrado el collar y la joven abrazo con ternura a esteban.

    La alegría de Clara al recuperar su tesoro fue contagiosa. Al ver su sonrisa, Esteban sintió una punzada de calidez en el pecho. Miró el reloj y notó que la aguja minutera se había movido de nuevo. Esta vez, entendió lo que su abuelo quería decir. El reloj no marcaba el tiempo, sino los momentos en los que el corazón latía con más fuerza: los momentos de conexión, de empatía, de alegría compartida.

    A partir de esa n

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo llamado Colores Brillantes, donde las casas parecían cajas de colores derretidos y la nieve caía en suaves copos de todos los colores del arcoíris, en este pueblo vivía una niña llamada Cassie . Cassie adoraba la Navidad más que a nada en el mundo. No por los regalos o las luces, sino por la sensación cálida y burbujeante que le inundaba el corazón, una especie de cosquilleo mágico que llamaba "La Felicidad de Navidad".

    Sin embargo, este año, Cassie notaba que la "Felicidad de Navidad" no brillaba con la misma intensidad pese a que ella quería ser feliz. A pesar de los árboles adornados con luces y grandes bolas de colores, los villancicos cantados a todo pulmón y las galletas de mantequilla con forma de estrella, Cassie sentía un vacío que no podía explicar. Sus amigos también parecían un poco tristes y apagados, como si a la magia le faltara una pizca de su ingrediente secreto.

    Una tarde, mientras paseaba por el parque, Cassie vio algo inusual. En un rincón sombrío, lejos de las luces navideñas, había un anciano que Cassie conocía ya que siempre estaba en el parque. Pero esta vez estaba sentado en un banco , con la mirada perdida . Se llamaba Don Sol, y aunque su nombre evocaba calor, su rostro transmitía tristeza que semejaba frialdad. Cassie , con la curiosidad que la caracterizaba, se acercó a él.

    "¿Por qué estás tan triste, Don Sol?" preguntó Cassie con dulzura.

    Don Sol suspiró. "He perdido mi 'Chispa de Alegría'," respondió con voz apagada. "Antes, sentía la misma felicidad navideña que tú, pero ahora, parece que se ha ido para siempre."

    Cassie sintió un nudo en el estómago. Si alguien como Don Sol, que parecía irradiar bondad, había perdido su "Chispa de Alegría", ¿qué esperanza había para ella y para el resto del pueblo? Decidió que debía hacer algo.

    Cassie se embarcó en una misión para encontrar la "Chispa de Alegría" de Don Sol. Primero, reunió a sus amigos y les explicó la situación. Juntos, decidieron buscar pistas en los lugares más felices del pueblo: la heladería, donde los helados de mil colores siempre arrancaban sonrisas; la tienda de juguetes, donde la risa de los niños resonaba en cada rincón; y la plaza principal, donde los músicos tocaban melodías alegres.

    Pero la "Chispa de Alegría" no aparecía por ningún lado. Cassie y sus amigos se sentían desanimados. La "Felicidad de Navidad" parecía más escurridiza que nunca. Entonces, Cassie recordó algo que su abuela le había dicho: "La verdadera felicidad no se encuentra, se crea."

    Con una nueva chispa de esperanza, Cassie y sus amigos decidieron cambiar su estrategia. En lugar de buscar la felicidad, empezarían a regalarla. Comenzaron a crear pequeños actos de bondad: ayudaron a la anciana de la tienda de dulces a ordenar sus caramelos, regalaron dibujos a los niños solitarios, e incluso organizaron un pequeño concierto de navidad improvisado en el parque para animar a los vecinos.

    Mientras hacían estas acciones, Cassie comenzó a sentir algo extraño. No era la "Felicidad de Navidad" que conocía, sino algo más profundo y poderoso: la alegría de hacer felices a los demás. Y para su sorpresa, esta nueva sensación comenzó a irradiarse hacia sus amigos, quienes sonreían con una luz especial en los ojos.

    Finalmente, Cassie y sus amigos se acercaron a Don Sol. Le contaron sobre su aventura y los actos de bondad que habían realizado. Le ofrecieron una taza de chocolate caliente y le obsequiaron una pequeña guirnalda hecha a mano, llena de corazones de papel.

    Don Sol tomó la guirnalda con manos temblorosas y, mientras miraba l

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo en el recóndito valle de los Suspiros, donde el viento silbaba melodías entre los arboles. Allí vivía una comunidad unida por la tradición y el respeto a la naturaleza. La Navidad, en este lugar, era un tiempo de recogimiento y sencillez, muy alejado del bullicio y la ostentación de las grandes ciudades.

    En aquel pueblo vivía una joven llamada Elena, Elena era una joven tejedora de manos delicadas y corazón generoso. Elena vivía con su abuela, la anciana y sabia Rosalía, en una cabaña de adobe con vistas al río congelado. A diferencia de otras familias, que gastaban sus ahorros en adornos y banquetes, Elena y Rosalía dedicaban su tiempo y energía a crear con sus manos regalos sencillos pero llenos de significado.

    Cada año, Elena tejía bufandas y gorros con la lana de las ovejas de la aldea, utilizando tintes naturales que obtenía de pequeñas frutillasy las plantas del bosque. Rosalía, por su parte, moldeaba con paciencia pequeñas figuras de barro, representando a los animales del valle y los personajes de las leyendas locales. Juntos, creaban tesoros humildes, que no costaban dinero, pero que llevaban consigo el calor de sus corazones.

    Este año, sin embargo, una sombra se cernía sobre el valle. Una gran tormenta de nieve había azotado la región, dejando incomunicadas a muchas familias y dificultando la llegada de provisiones. El espíritu navideño parecía haberse desvanecido bajo el manto blanco y frío.

    En el pueblo, el alcalde, un hombre adinerado acostumbrado a las grandes celebraciones, se sentía frustrado por la forma como los habitantes del pueblo se sentían tristes. Para solucionarlo decidio organizar una gran fiesta, con luces y música, y convoco a la gente a la plaza del pueblo para que entre todos pudieran pasar la navidad. pero la gente parecía más preocupada por la escasez y el frío que por la diversión. Él, que siempre había asociado la Navidad con el lujo, se sentía desconcertado ante la falta de alegría.

    Mientras tanto, Elena y Rosalía, ajenas a la frustración del alcalde, continuaban con sus labores. Con la misma calma de siempre, tejiendo y moldeando, como si la tormenta no fuera más que una pausa en el ritmo de sus vidas. Pero este año, en lugar de crear regalos para todos, decidieron hacer algo diferente: crear una manta gigante de retazos, utilizando todos los restos de lana y tela que tenían.

    Cuando la noche de Navidad llegó, la plaza del pueblo comenzó a llenarse. De todas partes, un poco a regañadientes los habitantes con mucho frio se fueron acercando pero al llegar allí se dieron cuenta que debido a la feroz tormenta los músicos no habían llegado y que por dicha razón la fiesta se había cancelado. Todos se sentían aún más desconsolados. Estaban allí en medio de la plaza, con frio y sin saber como celebrar la navidad juntos. Elena y Rosalía, con la manta doblada cuidadosamente en su canasta, decidieron abrirla y extenderla. A medida que la iban extendiendo iba saliendo más y más y los habitantes del pueblo si bien no entendían como sucedia fueron colocándose la manta sobre ellos recibiendo el calor de la lana.

    Los rostros cansados se iluminaban con una sonrisa al sentir el calor de la lana y la ternura del gesto. De pronto rosalia abrio su canasto y saco algunas de las figuras de barro para regalarsela a los niños . Los niños, al ver las figuras de barro, olvidaban por un momento su hambre y su frío y se precipitaron a recibir su regalo.

    Entre la extrañeza y la excitación todos finalmente olvidaron el extraño suceso de que de ese para de canastos salia una manta interminable y cientos de figura

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un viejo artesano llamado Elias tenía un pequeño taller de juguetes, escondido entre calles adoquinadas y casas de más de 100 anos de antigüedad. Elias había creado un lugar mágico ya que por muchos años había fabricado miles y miles de juguetes para los niños del pueblo.

    Había llegado el tiempo de navidad y como siempre el taller de Elias se comenzaba a llenar de padres y madres que iban a buscar algún juguete que sirviera de regalo de navidad para sus hijos.

    El taller era un lugar vivo y entre comentarios y risas Elias veía como los padres definían que regalo comprar y los niños recorrían el taller buscando algún regalo especial que quisieran tener. Allí habían muñecas de trapo, soldaditos de plomo y caballos de madera que se balanceaban con gran ritmo. Todos los juguetes de aquel taller habían sido fabricados por Elias y para el cada uno de ellos era especial

    Entre los asistentes aquel día estaba su nieta Sofia. Sofia era una niña de escasos 10 años que aprovechaba que había salido temprano del colegio y se escabullía de su casa para ir al taller del abuelo a jugar con los juguetes que el tenía allí.

    Pero aquel día era diferente. Sofia no estaba jugando con ninguno de los juguetes. Sofia estaba parad junto a Elias con la mirada atenta en los movimientos de su abuelo mientras este estaba puliendo un trompo de madera.

    Sofia había alguna vez había visto a su abuelo lanzar el trompo y le encantaba perseguirlo por todo el piso mientras el trompo saltaba de un lado a otro. En este caso sofia estaba mirando como su abuelo trabajaba con sus manos y como le dedicaba el tiempo a cada detalle

    Los ojos de Sofia, siempre curiosos, se veían esta vez maravillados. De pronto se acercó a su abuelo y le dijo. Abuelo yo quiero aprender a hacer juguetes como tu.

    El abuelo sorprendido por aquella repentina petición de su nieta paro de pulir el trompo y dos lagrimas comenzaron a caer de sus ojos llegando hasta la blanca barba. Sus ojos brillaban y en su cara se instalo una sonrisa.

    Elías, con su barba blanca, dos lagrimas de felicidad y la sonrisa amable, aceptó encantado. Pero le advirtió a Sofía que la creación de juguetes requería algo más que habilidad, requería paciencia, una virtud que según él era un ingrediente esencial para la magia de la Navidad.

    Cuando ya los compradores se habían retirado Sofia y su abuelo se dirigieron al taller donde estaban los instrumentos de fabricación y Elias con voz dulce le dijo. Aquí te empezare a enseñar a hacer juguetes.

    Los primeros intentos de Sofía fueron un caos. Con la ayudad de su abuelo empezó a aprender a cortar suavemente la madera, pero esta se astillaba, aprendio a pintar los caballos de madera pero la pintura se corría y se regaba, aprendio a ensamblar las piezas de las muñecas pero algunas de partes se quebraban durante el proceso.

    Sofia se sentía frustrada, quería que las cosas salieran bien de inmediato, y le costaba comprender por qué Elías, sin importar cuánto se tardara, no perdía la calma ni la sonrisa.

    Elías, con su infinita paciencia, le recordaba a Sofía que la belleza de un juguete no solo estaba en su apariencia final, sino en cada paso del proceso.

    Con paciencia Le enseñó a apreciar los pequeños detalles, a valorar los intentos fallidos como oportunidades de aprendizaje, y a no apresurarse ni frustrarse si las cosas no salían perfectas a la primera.

    P

    asaron las semanas y la Navidad se acercaba. Sofía, siguiendo las enseñanzas de Elías, comenzó a ver los resultados de su esfuerzo. Los p

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pequeño pueblo rodeado de montanas nevadas y allí en las afueras del pueblo vivía una pareja con sus tres pequeños hijos. Juan y Ana eran los padres y tenían sus hijos llamados Pedro de 10, Lucia de 8 Y Miguel de solo 5 años.

    Como era costumbre la familia siempre viajaba al pueblo en la navidad para empezar la novena de navidad y así reunirse con sus abuelos. Esto era muy importante para la familia porque siempre había un ambiente cálido en la casa de los abuelos y los niños tenían la oportunidad de escuchar historias de su abuelo y luego compartían una deliciosa cena.

    Pero aquel ano algo era un poco diferente. Desde hacia dos días había estado nevando y las carreteras estaban cerradas por la acumulación de nieve. Ana y Juan observaban el nivel de la nieve y sabían que de continuar así no podrían salir de su casa para ir al pueblo. Los niños ansiosos no paraban de preguntar cuando saldrían para la casa de los abuelos y honestamente Juan no sabía que responderles.

    La tristeza comenzó a invadir la casa y los niños que se había hecho mucha ilusión de la reunión tradicional con los abuelos comenzaron a llorar. Juan y Ana decidieron intervenir y rápidamente comenzaron a inventar juegos que sirvieran como entretenimiento a los 3 niños, pero después de una hora ya lo niños de nuevo preguntaban cuando podrían salir a ver a los abuelos.

    Finalmente y después de observar que la nieve seguía cayendo decidieron que había que prepararse para pasar la primera noche de novena en su casa en el campo. Reuniendo a sus hijos les encomendaron que trajeran todo lo que tuvieran que se pudiera utilizar como adorno y tomando unos cordeles comenzaron a colgar en las paredes cuanto juguete había en la casa. Por su parte Ana se metió en la cocina y con gran inventiva fue buscando productos para preparar una comida de navidad que fuera inolvidable.

    Los niños ayudaron a hacer galletas y a colgar las medias junto a la chimenea ya que sabían que santa bajaría por ella les podría dejar sus regalos en las medias.

    Como era navidad se sentaron junto a la chimenea y Juan comenzó a contar algunas historias que le había oído a sus padres. Pero con cada historia los niños pedían que los llevaran donde el abuelo ya que el era mejor cuenta cuentos.

    Ana que usualmente no contaba sus propias historias de su infancia decidio traer algunos recuerdos y compartirlos con los niños que la miraban asombrados reconociendo que su madre también fue una niña. No podían creer las historias que ella les contaba.

    Y entre historia y cuentos la noche comenzó a pasar y finalmente Ana decidio que ya era hora de comer, aunque no había mucho para la cena.

    De repente, escucharon un golpe en la puerta. Inicialmente pensaron que era alguna rama de un árbol que había caído, pero pronto oyeron otra vez el golpe. Juan corrió hasta la puerta y de un solo movimiento la abrió . Allí estaban sus padres y sus suegros Los abuelos de los 3 niños que se habían imaginado que sus hijos y nietos no se atreverían a salir mientras nevara, pero ellos que habían vivido tantos anos en aquella región sabían que siempre se podía caminar desde el pueblo hasta la montana donde vivían sus hijos. Los abuelos venían bien preparados para la nevada y en un trineo traían muchas bolsas. Allí los niños gritaron de emoción, ver a los abuelos era una gran satisfacción pero ver que además venían con regalos de navidad era lo mejor.

    Los abuelos entraron abriendo un caja que traían sacaron todos los elementos para una gran comida de navidad. La bolsas las dejaron cerradas mientra

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en un mundo Maorí en lo que hoy son la polinesias dos dioses que de tanto mirarse se enamoraron Eran Ranginui o rangi el padre cielo y Papatuanuku o papa la madre tierra. Cuando ambos se enamoraron decidieron unirse en un abrazo fuerte y continuo. Tan fuerte y tan continuo que comenzaron a tener hijos pero estos permanecían entre ellos dos viviendo una oscuridad perpetua. Los hijos anhelaban vivir en la luz.

    Uno de los hijos llamado Tane se rebela con la situación y sugiere a los otros hermanos que deben separar a sus padre y a su madre para que ellos puedan disfrutar de la vida luz. Su plan es que su padre Rangi pueda vivir lejos de ellos y que su madre en cambio los acompañe cuidándolos.

    Los hermano de Tane oyen el plan y deciden poner el plan en acción. El primero es Rongo, el dios de la comida quien intenta suavemente separarlos pero no lo logra, luego lo sigue Tangaroa este dios unió esfuerzos con Haumia el dios de la comida salvaje. Ambos tratan con más energía pero el abrazo entre sus padres continua y sus esfuerzos son inútiles. Rangi y papa continúan unidos en un abrazo amoroso permanente.

    Tane que es el dios de los bosques y los pájaros observa como sus hermanos intentan separar a los padres tomando una posición erguida y utilizando sus respectivos brazos. Tane se acuesta boca arriba y haciendo un gran esfuerzo con sus piernas logra que cada uno de los musculos de su cuerpo le ayuden a hacer presión sobre los dos padres. De esta manera logra que uno de los dos padres pierda la fuerza y comience a separarse del otro De pronto con un grito de dolor que retumba por cielo y tierra, Ranginui y Papatuanuku se separan.

    Guerra en el Cielo y en la Tierra

    Comienza allí una tragedia donde Rangi y papa comienzan a llorar el uno por el otro. Separados viven mirándose y lamentándose.

    Y así los hijos de Rangi y Papa ven la luz finalmente y logran tener espacio para moverse por primera vez. Mientras que los otros hijos han aceptado la separación, Tawhirimatea, el dios de las tormentas y los vientos, se enfada porque los padres han sido separados. No puede soportar escuchar los gritos de sus padres, ni ver las lágrimas de Rangi cuando se separa, por lo que promete a sus hermanos que de ahora en adelante, tendrán que lidiar con su ira.

    Tawhirimatea vuela para unirse a Rangi, y desde allí se dedica a demostrar su frustración con sus propios descendientes los vientos que envía a cada punto de la tierra. Así que reuniendo a sus hijos, vientos y nubes llena la tierra de chubascos feroces, remolinos, tormentas, nubes espesas, niebla y huracanes de fuertes vientos y lluvias.

    Los vientos y las tormentas muestran su poderío castigando de esta manera a los bosque y pájaros de Tane creando caos y tumbando los arboles que caen al suelo y se descomponen sirviendo de alimento para nuevas plantas e insecto

    Luego Tawhirimatea dirige su ira contra los océanos y enormes olas formando remolinos hasta que Tangaroa, el dios del mar, huye presa del pánico con su hijo Punga y hasta el día de hoy Tawhirimatea azota los mares con sus vientos.

    , Tangaroa, tiene dos hijos, Ikatere, padre de los peces y Tu-te-wanawana), el ancestro de de los reptiles. Aterrorizados por la embestida de Tawhirimatea, los peces buscan refugio en el mar y los ríos. y los reptiles en los bosques.

    Así es como Tane suministra a los descendientes de Tumatauenga el creador de los hombres canoas, anzuelos y redes para atrapar a los descendientes de Tangaroa. Tangaroa por su parte contraataca inundando canoas y arrasando casas, tierras

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    Juan David Betancur Fernandez
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    La esperanza de navidad

    Había una vez un pueblo de pescadores localizado en el norte del continente en el que vivían no más de un centenar de familias. En ese pueblo vivía una niña llamada clara con su padre y su madre. Clara sabía que la navidad se acercaba a ellos ya que había comenzado a caer nieve y los vientos del norte hacían difícil la pesca, pero todos los pescadores sabían que era necesario obtener la comida para el difícil invierno que se acercaba. Aquel día Clara estaba muy preocupada porque su padre había salido a pescar desde el día anterior y no había vuelto por la noche. Durante todo el día clara se había sentado en la playa a observar el horizonte esperando ver la llegada de su padre pero ya la tarde estaba terminando y no había ninguna señal de el barco de su padre.

    Su madre se veía igualmente preocupada pero siempre le decía que siempre que tuviera una preocupación debía pedir a Dios ya que el siempre los oía. Y que nunca nunca se debía perder la esperanza.

    Su abuela le había contado múltiples historias de una estrella que era la enviada a dirigir a los que se habían perdido y que muchas veces era la que rescataba a los pescadores perdidos en el mar. Pero le advertía que esa estrella mágica solo aparecía cuando se le pedía con todo el corazón.

    Clara allí sentada en la orilla del mar y recordando las palabras de su abuela comenzó a pedir fervientemente por el regreso de su padre, pero no veía ninguna estrella brillante ya que las nubes de la borrasca que se avecinaba cubrían todas las estrella.

    Pero Clara seguía aferrada a la esperanza y cerrando los ojos pedía que su padre volviera sano y salvo.

    Pasaron varias hora y el pueblo tenía el compromiso de prender ese día las luces del árbol de navidad y como era tradicional se reunían en el centro del parque principal y todos colgaban sus adornos.

    Clara con su abrigo rojo y la bufanda tejida por su abuela se acercó lentamente al árbol y con sus manitas llevo una pequeña vela que serviría como adorno y luego pidió una vez más por su padre.

    La vela comenzó a brillar mientras algunas copos de nieve caían. De cada uno de los copos que se acercaban a la vela empezaba a brillar una luz cálida que se hacia cada vez más y más fuerte a medida que la nevada comenzaba.

    De pronto una luz extraña subió por el árbol y se dirigió hacia lo alto de las nubes y sin saberse como un claro se hizo entre las nubes y allí en lo alto del firmamento apareció una estrella que brillaba como nunca había sucedido anteriormente.

    Las familias veían aquello y no comprendían que sucedía pero esa estrella hacia de faro e comenzó a iluminar el mar. De pronto se escucho un murmullo entre los asistentes y uno grito…. Una luz en el mar … Una luz en el mar. Todos corrieron a la playa y efectivamente vieron como en medio de la oscuridad del océano había una luz que se acercaba lentamente. La figura de un bote se iba definiendo alrededor de la luz y con cada segundo el corazón de clara se llenaba de esperanza. La misma esperanza de la que su abuela le hablaba tanto.

    De pronto la figura se transformo en un bote y en el bote estaba su papa con una sonrisa enorme y los brazos abiertos. Salto a la playa y dijo. Gracias. Gracias la estrella de navidad me ha guiado hasta aca. Sin ella no podría haber encontrado el camino.

    Esa noche, mientras la familia y el pueblo se reunía alrededor del árbol, Clara comprendió que la esperanza es el regalo más poderoso de todos. Y cada Navidad, recordaba mirar al cielo y agradecer por la estrella que había traído a su padre de

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en la antigua Grecia un semidios llamade Heracles o hercules para los romanos que era simplemente el duro de los duros. Este semidios era tremendo héroe y por haber matado a su familia fue condenado a servirle al rey euristeo en todo lo que a el se le ocurriera. Mejor dicho si euristeo tenía un antojito Heracles tenía que decirle. No diga más que yo obedezco.

    Pues como veníamos viendo la lista de tareitas se iba creciendo. El leon de nemea, la hidra de Lerna, la cierva de Cerinea el javali de erimanto, los establos de Augías. Y ahora que llego con el jabalí Euristeo le dijo.

    Mira Herculito….. Recuerden a a hercules no le gustaba para nada ese sobrenombre y menos en diminutivo. Pero bueno le dijo. Vos que sos tan querido y con tan buenas intensiones necesito que me hagas un favorcito adicional.

    Diga no más dijo Heracles…. Yo estoy para servirle.

    Bueno te voy a contar una bobadita que me esta molestando. Resulta que en una regioncita que yo conozco y que me gusta mucho hay unos pajarracos de lo más de bullosos y dañinos. Estos benditos pájaros se vinieron en manada a vivir en cerca a un laguito llamado Estinfalo y como te podras imaginar ahí están haciendo de las suyas. Estan todo el día volando y comiendo y producen un sonidito estridente de los más de maluco y yo ya estoy aburrido con ese ruidito.

    y además los pajarracos tienen pico, alas y garras de bronce y se creen de lo más divinos. Pues estos pájaros con sus pico, alas y garras de metal se la tienen velada a el ganadito que yo tengo por esos lares y en algunos momentos atacan a los hombres. Y como si fuera poco producen una caquita que es tan toxica que mata los cultivos.

    En fin como te cuento Hércules no veía la hora de que llegaras para mandarte a que me mataras esas avecitas por mi. Necesito de que salgas de ellas lo antes posible.

    Y dicho y hecho. Muy obediente salió Heracles a estinfalo e inmediatamente se paro en la orilla a mirar cuando aparecían las aves volando sobre el lago y allí mismo comenzó a lanzar flecha envenenadas (recuerdan que el las había envenenado con la sangre de la hidra, Pues ave que pasaba ave que recibía un flechazo.). Pero de pronto se dio cuenta que estas aves eran muchísimas eran como miles y si bien Heracles manto algunas cuantas se acordó que no tenía tantas flechas. Así que se dijo a si mismo.

    Ehhh tiene que haber algo más efectivo que matarlas…. No será que por ahí ahí algo que pueda utilizar para espantarlas

    Y hercules que dice esto y se le aparece nada más y nada menos que la diosa atenea que era su media hermana por parte de papa. O sea por parte de Zeus.

    Y atenea que lo ve todo encartado tratando de matar o atrapar las aves sin lograrlo y le dice… Hombre hermanito (, vos si que sos muy atembao. Como pensas que podes matar miles de pájaros con flechas o con tus manos. Más bien utiliza la inteligencia y no la fuerza bruta.

    Y va sacando Atenea una cascabel mágico hecho de bronce y se lo entrega diciendo. Mira esta bellezura de cascabel pero lo mejor es que el produce un sonido como más bien maluquito que con toda seguridad de va a servir.

    Heracles miro el tal cascabelito como sin creerlo pero lo cogio y comenzó a agitarlo. Y efectivamente este producia un sonido bien estridente que llego a los oídos de los pájaros y estos salieron volando del lago y el bosque

    Heracles miro asombrado a atenea y esta le dijo… Mira hermanito vos podras ser muy fuerte pero también tienes una cabeza y poniendole la mano sobre la cabeza le dijo. Recuerda que esto no lo pusieron p

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez un conejito llamado nieve que vivía en lo más profundo de un bosque. Nieve sabía que su nombre se debía a que había nacido en una noche en la que caia la nieve y la mama conejo decidio darle ese nombre a su hijito para recordar aquella noche tan especial. Paso el año y pasaron las diferentes estaciones del ano. Llego la primavera y los prados se llenaron de bellas flores con olores deliciosos. Nieve siempre saltaba entre las flores y cuando llegaba a casa su mama le decía que olia a mil colores.

    Llego el verano y la temperatura de el bosque subia, Así que a nieve le gustaba salir a correr hasta un pequeño riachuelo que cruzaba el bosque y de un salto se metia al agua. Allí podía pasar casi todo el día nadando y saltando desde una roca hasta un pequeño lago que formaba aquel riachuelo. Obviamente cuando nieve llegaba a su casa traía mucho pantano y su mama le hacia limpiar antes de entrar. Pero nieve se sentía tan feliz que no protestaba.

    Luego llego el otoño y con el cambio de la temperatura venia algo maravilloso. Los arboles del bosque empezaban a cambiar de colores. Nieve que nunca había visto esto se maravillaba de ver como los arboles que antes eran verdes se volvían rojos, naranjas y amarillos. Todo el bosque era una mundo multicolor. Pero el frio llevo a que los arboles dejaran caer sus hojas y nieve vio su bosque convertido en un tapede de hojas. Todo era felicidad para nieve porque así podía saltar por todo el bosque y donde había muchas hojas simplemente se dejaba caer desde alguna roca o desde algún árbol caido. Nieve se reia mucho saltando entre las hojas

    Y llego el invierno. La temperatura del bosque era muy fría y ya todos los arboles habían perdido sus hojas. Y una mañana cuando Nieve se despertó vio algo que no podía creer. Todo el bosque era blanco. Blanco como su piel de conejo. Era tan blanco que cuando nieve salia a saltar no se veía porque tenía el blaco de la nieve era exactamente igual a su piel

    A Nieve le encantaba el invierno porque podía saltar y jugar en la nieve todo el día sin preocuparse por ser visto por los otros animales.

    Un día, mientras exploraba el bosque, Nieve encontró un copo de nieve muy especial. Este copo de nieve era más grande y brillante que cualquier otro que había visto. Parecía brillar con una luz propia, y cuando Nieve se acercó, sintió una calidez inusual que emanaba del copo.

    El copo de nieve, al ver la curiosidad de Nieve, comenzó a hablar con una voz suave y melodiosa. "Hola, pequeño conejo. Soy un copo de nieve mágico y puedo concederte un deseo."

    Nieve, sorprendido y emocionado, pensó en su deseo. Recordó a sus amigos animales que a menudo se quejaban del frío y de la dificultad para encontrar comida en invierno. "Me gustaría que todos mis amigos animales pudieran disfrutar del invierno tanto como yo," dijo Nieve con esperanza.

    El copo de nieve mágico brilló intensamente y, de repente, una ola de energía cálida se extendió por todo el bosque. Todos los animales, desde los osos que hibernaban en sus cuevas hasta los pájaros que se refugiaban en los árboles, sintieron un cambio. Los osos se despertaron de su letargo, los pájaros comenzaron a cantar melodías invernales y los ciervos, que solían temblar de frío, comenzaron a jugar alegremente en la nieve.

    Era real magia ya que en el invierno hace mucho frio pero en ese momento todo se sentía como si fuera primavera. Y así cada uno de sus amigos podía salir a disfrutar la nieve pero sin el frio de todo los inviernos. Todo era blanco y hermoso pero el ambiente era cálido y placentero

    El bosque se llenó de risas y felicidad.

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un rey que tenía una hija muy bella y ya en edad de conseguir marido. El problema era que el rey adoraba tanto a su hija que no quería que nadie se desposara con ella. Sin embargo, las costumbres del reino obligaban al rey a ofrecer su hija en matrimonio. El rey después de pensarlo muchas veces decidio que solo le concedería la mano a aquel que lo obligara a decir eso es mentira, eso es mentira, eso es mentira. Sabiendo que el era un rey muy culto y estudiado podría controlar sus impulsos y negarse a decir las tres veces la frase que le obligaría dar su hija.

    Por esos mismas épocas un joven irlandés se enteraría de la noticia de aquel rey y sabiéndose el mejor mentiroso de toda irlanda decidio que el seria quien ganaría la mano de la princesa. Su madre siempre lo reganaba por ser un gran embustero pero esta vez estaba dispuesto a sacarle partido a la fama de mentiroso que tenía. Así que se acercó a su madre y le dijo

    Madre seré yo el que gane el reto de hacer decir 3 veces al rey eso es mentira… Así que deme su bendición que yo salgo mañana temprano a ver al rey.

    -

    A la mañana siguiente, el irlandés mentiroso salió confiado que regresaría con la princesa como esposa. Viajó varios días y, al fin, llegó al palacio del rey. En la puerta lo detuvieron dos guardianes:

    -¡Eh, tú! ¿Adónde vas, pequeño irlandés?

    -Voy a ver a vuestro rey para casarme con su hija -respon­dió el embustero sin nisiquiera ponerse colorado una sola vez. Así de seguro estaba de poder hacerlo.

    Los guardianes que ya habían visto otros pretendientes anteriormente simplemente lo guiaron enseguida a presencia del rey.

    El rey sabía a que venia aquel muchacho, pero antes le iba a mostrar sus riquezas. Llevo al muchacho al prado donde pastaban su vaca y su ovejas y le dijo. Mira muchacho estos son mis animales y te puede decir que son fuertes y carnudos como pocos.

    -Así que dime ¿Qué piensas de mi ganado?

    -El joven que internamente estaba maravillado por la calidad y cantidad del ganado decidio mantener la calma y le dijo al rey ¿Qué pienso, Majestad? Éstos no son rebaños, ni ganado, ni nada. ¡Deberíais ver el ganado de mi madre! -exclamó el ir­landés embustero.

    -¿Y qué tiene de especial? -preguntó el rey de Oriente.

    -¿Que qué tiene de especial? Hay tantas vacas que con solo el suero que obtenemos de la leche podemos hacer girar setecientas setenta y siete rue­das de molino.

    -Hum, hum -gruñó el rey – ya veo que estas tratando de que yo repita 3 veces lo que ya sabes pero te advierto que no lo lograrar.

    Luego llevo al muchacho al enorme campo donde estaba un plantio enorme de coles. Y con voz de suficiencia le dijo … Ahora muchacho listo

    -¿Qué piensas de mis coles? -preguntó.

    -¿Que qué pienso, Majestad? Que éstas no son coles sino, a lo sumo, unos pobres brotes. ¡Deberíais ver las coles que cultiva mi madre! -exclamó el irlandés embustero.

    -¿Y qué tienen de especial? -preguntó el rey de Oriente.

    -¿Que qué tienen de especial, Majestad? Son tan grandes que una vez, bajo una hoja de aquellas coles, fue posible celebrar un banquete de bodas. Incluso, como estaba lloviendo los invitados pudieron bailara y comer sin necesidad de salir del refugio que le daban las coles de mi madre.

    -Hum, hum -farfulló el rey de Oriente ya veo que eres dificil, y condujo al embus­tero a un huerto muy extenso donde crecían habas.

    -Dime ahora qué piensas de mis habas -preguntó.

    -¿Que qué pienso, Majestad? Pero ¿éstas son habas? ¡No son habas ni nada! ¡Deberíais ver las habas del huerto de mi ma­dre! -exclamó el irlandés embus

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Hoy continuamos con una tareíta mas de Heracles.. Y la de hoy esta como de mal olor.

    Había una vez un héroe llamado Heracles que bien ocupado estaba cumpliendo con las tareas que le estaba mandando a hacer el rey Euristeo para pagar el pecado de haber matado la familia.

    Pues después de el león de Nemea, la hidra de lerna, la cierva de cerinitia y el jabalí de erimanto ya el rey euristeo estaba hasta la coronilla de la eficiencia de Heracles y como para quitárselo de encima y para hacerle la maldad pensó en mandarlo a hacer algo bien maluco.

    Por aquellas épocas era sabido que el rey Augias tenía muchos animales entre caballos, toros, vacas , ovejas, etc. Y que muchos de estos los tenía bien guardaditos en una pesebrera que había mandado a construir para su deleite.

    Pero resulta que el tal Augias era medio holgazán y nunca, cuando se dice nunca es nunca había decidido limpiar las pesebreras de los desechos orgánicos de sus animales. Se decía que era tal la cantidad de estiércol que se había acumulado en los establos que se había acabado el abono orgánico de origen animal en toda la región ya que los animales no salían a hacer en los prados del reino.

    Pues el olorcito de los establos llegaba a sentirse a cientos de kilómetros a la redonda y que incluso en las redes sociales no se hablaba de otra cosa y ya era trending griego , El olorcito parece que le había llegado al rey Euristeo que decidio que el siguiente trabaja para hercules seria ir hasta los establos y limpiar estos de cuanto se había acumulado allí por mucho tiempo.

    A hercules no le pareció como buen idea el ir a limpiar anos de estiércol pero como le tocaba y no tenía de otra cogio camino para donde vivía el Rey Augias y allá se le presento diciéndole.

    Oiga don Augias yo que vengo pasando por aquí le cuento que el olorcito que desprenden sus establos esta como fuertecito….

    El rey haciéndose el desentendido le dijo. De verdad yo como que no lo había notada… Pero si usted lo dice.

    Y Hercules que se le sale el paisa y le dice. Mire Rey si usted quiere yo se los limpio pero tenemos que arreglar los honorarios y dada la cantidad de estiercol le cuento que le puede salir como carito el mandado.

    El rey Augias le dijo. Mire hagamos un trato. Si usted lo limpia en un solo día yo le doy una parte de los animales que tengo. Pero tiene que ser en un solo día o si no pierde el pago.

    Listo para lo que no hay pereza , dijo Heracles.. Déjemelo a mi y yo me encargo de eso.

    Y salió hércules para el establo y cuando vio en detalle el m… que había allí se preocupo ya que si como que estaba difícil la limpiadita.

    Pero a lo lejos se dio cuenta que había dos ríos que pasaban más o menos cerquita y decidio que lo que podía hacer es que la madre naturaleza le ayudara con el mandado. Así que se subió hasta donde estaban los días y a punto te pico y azadón desvió los dos ríos y los junto en una represa que puso arribita de donde estaban los establos. Luego espero a que la represa se llenara y de un solo manotazo la derrumbo.

    Y comienza a bajar el agua por la ladera hasta que llego a los establos y dicho y hecho el agua se llevo todo el estiércol que había allí. Y cuando esto sucedió pues los establos quedaron limpios y brillantes como cuando nuevos.

    Así que hércules se fue para donde el Rey augias y le dijo

    Mire patrón como le prometí sus establos quedaron limpios y en menos de un días, así que déjese caer con el ganadito que me prometió.

    Pero Augias que se las tiraba de vivo le dij

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un anciano ermitaño que se había retirado a lo alto de una montaña para alejarse de las debilidades del ser humano. Sabiendo que su forma humana estaba llena de tentaciones tanto físicas como espirituales se dedicó a una vida simple pero gratificante. La vida de aquel que es capaz de comprender lo imperfecto que podemos ser.

    Desde lo alto de la montaña aquel ermitaño veía como todo transcurría en el mundo sin que lo afectara a el y así podía dedicarse a la contemplación y el perfeccionamiento del alma.

    Este ermitaño llevaba muchos años viviendo en soledad y sus prácticas alimenticias y corporales lo llevaron a ser muy longevos, sus cabellos eran tan blancos como la nieve y su rostro estaba surcado por arrugas profundas que contaban historias de más de cien años de vida. Pero lo más sorprendente es que a pesar de su edad, su mente seguía aguda y su cuerpo tan flexible como una caña de bambú.

    Pero lo que era más sorprendente es que a través de años de estricta disciplina y severas austeridades, este ermitaño había alcanzado un dominio impresionante sobre sus facultades y desarrollado extraordinarios poderes psíquicos. Pero, a pesar de todo ello, no había logrado aplacar su orgulloso ego.

    Como la muerte no perdona a nadie, un día, Yama, el Señor de la Muerte, envió a uno de sus emisarios para que atrapara al ermitaño y lo llevara a su reino. Una mañana el ermitaño despertó con una sensación extraña, y haciendo uso del avanzado poder de clarividencia que había desarrollado pudo ver con anticipación que una fuerza mortal se acercaba a el. Pudo ver la figura del emisario de la muerte y antes que este se hiciera presente en su cueva en las montañas pudo prepararse. Adivinando las intenciones de la muerte decidio que el lo engañaría para así evitar que lo sacara del mundo. Utilizando la técnica de la multiplicidad del ser y la ubicuidad creo 39 copias exactas de su ser y las instalo a lo largo y ancho de su caverna. Las copias eran totalmente funcionales y así cuando el emisario de Yama el señor de la muerte entro vio como 40 seres con idénticas características del ermitaño vivían y se desplazaban por la gruta.

    Para el emisario esto era totalmente extraño, nunca había visto que un ser tuviera copias y menos aún que estas fueran exactamente iguales hasta los mínimos detalles. Le era absolutamente imposible distinguir el cuerpo del ermitaño que había venido a buscar y sabía que no podía simplemente coger alguno de ellos y llevárselo. o. Frustrado, el emisario de la muerte regresó junto a Yama y le explicó lo ocurrido.

    Yama, el poderoso Señor de la Muerte cuando llego el emisario se extrañó de que regresara solo, así que le pregunto que había sucedido para que no hubiera cumplido con la tarea asignada. El emisario apenado se dedicó a narrarle como había entrado a la gruta y como había sido sorprendido por decenas de seres idénticos a el ermitaño que debía llevarse. Y como había decidido regresar debido a la imposibilidad.

    Yama, reflexionó por unos momentos comprendiendo claramente el predicamento en que se encontraba su emisario, pero como era la muerte y había confrontado por milenios a millones y millones de seres humanos comprendió que debía hacer para que el ermitaño cumpliera con el deber sagrado y eterno de la muerte.

    Llamando suavemente a su emisario, se acercó a el y con baja voz se acercó a su oído y le susurro unas cuantas palabras. El emisario sonrió cuando escucho las instrucciones e inmediatamente salió hacia la caverna del ermitaño que lo había engañado.

    Una vez más, el ermitaño, con su poder de la clari

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Hoy continuamos con otra de las 12 tareas de hercules.

    Había una ver un héroe griego semi dios llamado Heracles o hercules para los romanos

    Heracles como veíamos hace algunos cuentos atrás había cometido el peor de los crímenes contra su propia famila y necesitaba pedir perdón y lo obligaron a ser el esclavo de el rey Euristeo y tenía que hacer lo que este rey le ordenara. Después de cazar al leon de nemea, a la hidra de lerna y de atrapar a la cierva de cerinia

    Euristeo que ya estaba cabezon con la eficiencia de hercules le dijo.

    Entonces Heracles… ahora si te voy a poner algo tenaz. Te toco ir.a atrapar el Jabali de erimanto

    El jabalí que vivía en la montana de erimanto tenía fama mundial por que era bien malo,

    Pero no solamente tenía que atraparlo, lo tenía que traer al palacio de el; rey Euristeo.

    Debía cazar al jabalí de Erimanto y debía, ahí es nada, traerlo vivo a palacio.

    ¿Y qué tenía de especial este jabalí para que Euristeo lo considerase una presa tan preciada?, El jabalí era tan fuerte que era capaz de tumbar un árbol de un solo envion y tenía la fea constumbre de matar el ganadito y a los hombres que por allí se veían caminando. Ese jabalí era bien mala leche.

    . Todos los días el jabalí bajaba de su guarida en la montaña atacando, hiriendo y comiéndose cuanto se encontraba en su camino. Una presa complicada, como siempre, a la que se debía enfrentarse Hércules.

    En cuanto le asignaron ese trabajito Heracles se puso en camino pero al poner la dirección en su gps se dio cuenta que eso estaba bien lejos y decidio parar donde su amigo el centauro Folos para descansar y tomarse un buen vinito.

    Folos era un centauro, como quien dice mitad caballo y mitad humano. Y le fascinaba el buen vino. Y parece que tomaba bastantico. De ahí viene el dicho de bebe como un caballo.

    El punto es que Heracles se sentó a tomar y a tomar vino del bueno durante la noche, pero a medida que pasaba la noche y el vino fluia y la conversación se ponía más interesante a Heracles le fue dando mucha sed y le pidió a su amigo Folos que le regalara un poco de el vino que había escondido el dios Dionisio para ocasiones especiales

    Y Folos muy amablemente saco de la cueva el vino y comenzó a servirlo. Pero como este vino era tan exquisito y producia un olor tan estupendo los demás centauros lo olieron y desde leguas a la redonda comenzaron a correr hacia donde estaba Heracles y su amigo Folos.

    Y allí llegaron los demás centauros en tropel y bastante enojados porque cada que ellos le pedían a Folos que sacara el vino de Dionisio, este les decía que no que porque ese vino era solo para las visitas. Así que se aguantaran las ganas.

    Y allí llegaron los centauros armados con piedras, hachas, antorchas y rodearon a Heracles y a Folos.

    Pero Heracles que no era ninguna perita en dulce se levanto, tomo sus flechas envenedadas con la sandre de la hidra de lerna y saltando por los aires empezó a lanzar flechas envenenadas a diestra y siniestra.

    Y allí cayeron muchos centauros y solo unos pocos escaparon con vida.


    Pero la suerte no acompano a Folos ya que tomo una de las flechas que habían matado a los centauros y se maravillaba que algo tan pequeño fuera tan mortal, Pero la flecha se le resbalo y le cayo en un pie. Y el veneno hizo efecto y lo mato

    Después de derrotar a los centauros y con el corazón

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un ministro del emperador que tenía fama de sabio. Todo el mundo le alababa, pero nadie sabía decir por qué.

    -Ese hombre es tan tonto como nosotros -comentó un campesino con sus amigos. Sólo porque tiene poder, la gente piensa que es inteligente.

    -Si es así, ¿por qué no le desenmascaras? A lo mejor el emperador te nombra ministro.

    -Lo haré -respondió el campesino. De eso podéis estar seguros -y todos se echaron a reír, porque pensaban que entre los animales y los hombres que labran la tierra no hay mucha diferencia.

    Sin embargo, el campesino poseía una inteligencia despierta y una valentía sin límites. En cuanto llegó a su casa se disfrazó de monje y se lanzó a los caminos.

    -Una limosna -decía cada vez que se cruzaba con alguien. Nuestro monas-terio es rico, pero quienes lo habitamos somos pobres.

    Raramente se marchaba con las manos vacías. Su interpretación era, de hecho, tan perfecta que un día hasta su mismo padre le echó una moneda.

    «iNo me ha reconocido! -se dijo. alborozado, el campesino. Creo que estoy ya preparado. ¿Para qué perder más tiempo?»

    Entonces se dirigió al embarcadero. Lo usaban sólo los comerciantes para atravesar con sus riquezas el río. Siempre estaba protegido por soldados y no permitían que nadie se acercara a él.

    -No puedes entrar -dijeron al verle. Por aquí pasa tanto dinero que, si no andamos con cuidado, más de un ladrón haría su agosto.

    El campesino hizo como si no hubiera oído y siguió adelante.

    -Bah, déjale -dijo uno de los soldados. Es un pobre monje. ¿Qué mal puede hacer?

    Sin embargo, a los comerciantes no les pareció bien que una persona así atravesara con ellos el río. No estaban equivocados. Apenas se despegó el barco de la orilla, el falso monje empezó a repartir entre ellos cuentas para recitar los cien nombres de Buda y dijo:

    -Vosotros chupáis la sangre al pobre y engordáis con ella. Arrepentíos y quizá logréis romper el penoso ciclo de la reencarnación.

    Algunos estaban tan asustados por la velocidad de la corriente que preguntaron:

    -¿Qué podemos hacer? ¡Nosotros somos comerciantes! El falso monje respondió:

    -Repetid los cien nombres de Buda.

    Los comerciantes así lo hicieron, pero el monje no parecía satisfecho.

    -¿Es que no notáis la presencia de la muerte? -gritaba sin cesar. ¡Repetid con más fuerza los cien nombres del Inmutable!

    Los comerciantes los recitaron con tanto empeño que se hipnotizaron unos a otros y cayeron en trance. Entonces el campesino les robó todo lo que llevaban y se marchó nadando hacia la otra orilla.

    En cuanto se enteró de lo ocurrido, el ministro sabio no salía de su asombro.

    -¿Que un monje ha desvalijado el barco de los comerciantes? -preguntaba, irritado.

    -Sí -respondieron algunos de ellos. Ha sido un castigo divino. Nosotros mismos vimos cómo el monje volaba por los aires.

    El pueblo se enteró de lo ocurrido y empezó a comentar:

    -Nuestro ministro no es tan sabio como creíamos. Si un monje es capaz de robar y quedar impune, ¿qué no podrá hacer un bandido?

    Aquella noche el campesino volvió a preguntar a sus amigos.

    -¿Veis cómo tenía razón? Hasta las personas más ignorantes se han dado cuenta de que nuestro ministro es incapaz de capturar a un pobre monje.

    -¿De qué te extrañas? -le respondieron. Ese hombre era un enviado de Buda. ¿Cómo se puede apresar a quien puede volar por los aires?

    El campesino tuvo, pues, que volver a disfrazarse. Esta vez se vistió de mujer. Como era joven y tenía los ojos tristes, apenas se notaba que era un hombre. Además, poseía un perfume que emborrachaba los sentidos. Se lo hab