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  • En este episodio contamos la historia de dos personas que han dedicado su vida al trabajo de defender a los animales salvajes, ¡incluso aquellos que más miedo nos dan!

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    La transcripción de este episodio la puedes encontrar en https://bit.ly/3H3hFA3.

  • Me encuentro con Borges. Tengo la sensación de estar frente a la literatura. O, mejor, de ver funcionar una maravillosa máquina de hacer literatura”. Ricardo Piglia escribió eso sobre el autor de “Ficciones” en uno de sus libros. Se podrían llenar tomos y tomos con ensayos sobre la literatura argentina “después de Borges...” O sobre quién es el escritor número dos, obviamente sabiendo quién ocupa el lugar de mayor privilegio.

    Pero su impronta es universal y excede a los escritores argentinos. En 1996, a diez años de la muerte de Borges, la escritora estadounidense Susan Sontag le escribió esta hermosa carta en la que habla de eternidad, de humildad y de cómo, aunque ya no está, todavía seguimos aprendiendo de él. Lee la actriz Marcela Ferradás.

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    Querido Borges:

    Dado que siempre colocaron a su literatura bajo el signo de la eternidad, no parece demasiado extraño dirigirle una carta. (Borges, son diez años.) Si alguna vez un contemporáneo parecía destinado a la inmortalidad literaria, ese era usted.

    Usted era en gran medida el producto de su tiempo, de su cultura y, sin embargo, sabía cómo trascender su tiempo, su cultura, de un modo que resulta bastante mágico. Esto tenía algo que ver con la apertura y la generosidad de su atención. Era el menos egocéntrico, el más transparente de los escritores... así como el más artístico. También tenía algo que ver con una pureza natural de espíritu. Aunque vivió entre nosotros durante un tiempo bastante prolongado, perfeccionó las prácticas de fastidio e indiferencia que también lo convirtieron en un experto viajero mental hacia otras eras. Tenía un sentido del tiempo diferente al de los demás. Las ideas comunes de pasado, presente y futuro parecían banales bajo su mirada.

    A usted le gustaba decir que cada momento del tiempo contiene el pasado y el futuro, citando (según recuerdo) al poeta Browning, que escribió algo así como “el presente es el instante en el cual el futuro se derrumba en el pasado”. Eso, por supuesto, formaba parte de su modestia: su gusto por encontrar sus ideas en las ideas de otros escritores.

    Esa modestia era parte de la seguridad de su presencia. Usted era un descubridor de nuevas alegrías. Un pesimismo tan profundo, tan sereno como el suyo no necesitaba ser indignante. Más bien, tenía que ser inventivo... y usted era, sobre todo, inventivo. La serenidad y la trascendencia del ser que usted encontró son, para mí, ejemplares. Usted demostró de qué manera no es necesario ser infeliz, aunque uno pueda ser completamente perspicaz y esclarecido sobre lo terrible que es todo. En alguna parte usted dijo que un escritor -delicadamente agregó: todas las personas- debe pensar que cualquier cosa que le suceda es un recurso. (Estaba hablando de su ceguera.)

    Usted fue un gran recurso para otros escritores. En 1982 -es decir, cuatro años antes de morir (Borges, son diez años)- dije en una entrevista:

    “Hoy no existe ningún otro escritor viviente que importe más a otros escritores que Borges. Muchos dirían que es el más grande escritor viviente... Muy pocos escritores de hoy no aprendieron de él o lo imitaron”.

    Eso sigue siendo así. Todavía seguimos aprendiendo de usted. Todavía lo seguimos imitando. Usted ofreció a la gente nuevas maneras de imaginar, al mismo tiempo que proclamaba, una y otra vez, nuestra deuda con el pasado, por sobre todo con la literatura. Usted dijo que le debemos a la literatura prácticamente todo lo que somos y lo que fuimos. Si los libros desaparecen, desaparecerá la historia y también los seres humanos. Estoy segura de que tiene razón. Los libros no son sólo la suma arbitraria de nuestros sueños y de nuestra memoria. También nos dan el modelo de la auto-trascendencia. Algunos piensan que la lectura es sólo una manera de escapar: un escape del mundo diario “real” a uno imaginario, el mundo de los libros. Los libros son mucho más.

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  • ¡Bienvenidos y bienvenidas! A la tercera temporada de Epistolar. Estamos muy contentos de retomar el contacto con ustedes a través de las cartas, que cuentan retazos de vida de personajes fascinantes.

    El piano que escuchaste en la intro es una interpretación de Pía Garmendia exclusiva para Epistolar e inspirada en la música de José Ferrufino. Y la guitarra y la melodía que suenan ahora son también de José, un viejo amigo de la casa. El diseño del arte es de Cecilia Buldain y esta es una producción de Diego Jemio y Tomás Sprei.

    Ahora vamos a las cartas. Hay muchas formas de presentar a Marie Curie. Y quizás ningún intento logre dar noción de su inmensa vida. La polaca fue una de las madres de la ciencia moderna, alguien que dedicó la vida al conocimiento. Sus investigaciones le valieron dos premios Nobel. Uno de Física en 1903, junto a su marido Pierre. Así se convirtió en la primera mujer en obtener ese galardón. Y otro de Química en 1911, ya en solitario.

    Pero esta carta habla menos de ciencia y más del vacío de una pérdida. Tres años después de ganar el primer Nobel, Marie Curie perdió a su marido Pierre, que murió atropellado por un coche de caballos en París. En esta carta, publicada en uno de sus diarios, ella le dice cuánto lo extraña. Le cuenta que el trabajo la salva. Le cuenta que está sola en el laboratorio. Y que así, al menos, tiene la ilusión de conservar un resto de su vida.

    Lee -y es un honor para nosotros contar con ella- la actriz Ana María Picchio.

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    Mi pequeño Pierre, quisiera decirte que los ébanos falsos han florecido, y que las glicinias y el espino blanco y los lirios también empiezan a hacerlo. Te habría encantado ver todo esto y calentarte al sol. Quiero decirte también que me han nombrado para tu puesto y ha habido imbéciles que me han felicitado. Y también que sigo viviendo sin consuelo y que no sé en qué me convertiré ni cómo soportaré la tarea que me queda. Por momentos, me parece que mi dolor se debilita y se adormece, pero enseguida renace tenaz y poderoso.

    Quiero decirte que ya no me gustan ni el sol ni las flores. Verlos me hace sufrir, me siento mejor con un tiempo sombrío como el del día de tu muerte. Y si el buen tiempo no me parece odioso es porque mis hijas lo necesitan.

    El domingo por la mañana fui a la tumba de mi Pierre. Quiero hacer un panteón y habrá que trasladar tu ataúd.

    Trabajo en el laboratorio todos los días, es todo lo que puedo hacer; estoy mejor ahí que en ningún otro sitio. Siento cada vez más que mi vida contigo se ha terminado irrevocablemente.

    Pierre mío, todo ha pasado ya y la vida se aleja de mí cada vez más; me queda la tristeza y el desaliento. No concibo nada que me pueda dar una alegría personal salvo quizá el trabajo científico; y tampoco, ya que si lo consiguiera, me afligiría que tú no supieras nada. Pero este laboratorio me produce la ilusión de conservar un resto de tu vida y las huellas de tu paso.

    He encontrado un pequeño retrato tuyo junto a la balanza, un retrato de aprendiz, es cierto, y en absoluto una obra de arte, pero con una expresión sonriente tan bonita que no puedo mirarla sin que los sollozos me agiten el pecho. Porque nunca más volveré a ver tu dulce sonrisa.

    Marie Curie.

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  • ¿Qué es aprender? ¿Qué es enseñar? Cada uno de nosotros tiene una experiencia diferente. Todos fuimos alumnos de alguien. Y todos tuvimos la experiencia de enseñar. Aunque muchos maestros y maestras pasaron por nuestras vidas, sólo algunos dejaron una huella indeleble en nuestra memoria.

    Albert Camus acaba de ganar Nobel de Literatura. Después de unos días de ruido a su alrededor, el escritor y filósofo se toma unos minutos para escribirle a su maestro de primaria, el señor Germain. Es un texto inspirador. Un gracias enorme. Y una muestra del poder transformador del aprendizaje. Lee el actor José María Marcos.

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    Querido señor Germain:

    Esperé a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que de demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

    Le mando un abrazo de todo corazón.

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  • Vanguardista como pocas, figura fundamental del feminismo del siglo XX. Virginia Woolf fue mucho más que una escritora brillante. El 28 de marzo de 1941 llenó los bolsillos de su abrigo con piedras, y se lanzó al río Ouse. La actriz Victoria Almeida intepreta esta carta amorosa y final, que Woolf le escribió a su esposo.

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