Afleveringen

  • “Con  respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con  él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro  modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu ni por palabra ni por  carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está  cerca” (2 Tesalonicenses 2:1, 2).

    En 2 Tesalonicenses  capítulo 2, Pablo anima a la iglesia a continuar firmes en la verdad  recibida, y que no permitan ser engañados por nada ni por nadie.  Anticipa que habría un desvío de la fe, y que el anticristo se  manifestará antes del Día del Señor. Describe al hijo de perdición como  un poder arrogante y dominador que reclama ser adorado, asume  prerrogativas divinas y se presenta como si fuese el mismo Dios.

    En  un sentido más amplio, este poder se identifica como el mismo Satanás,  quien ha pretendido ser como el Altísimo. Satanás extrema sus esfuerzos  para presentarse como Dios y destruir a todos lo que se le oponen. Está  activo, actuando como acusador y engañador. Todo aquel que descuida su  comunión con Dios se constituye en presa fácil de los engaños del  enemigo, al dar crédito fácilmente a las mentiras presentadas por  aquellos que se oponen al verdadero Dios.

    ¿Cómo enfrentar a este experimentado engañador? Pablo aconseja permanecer firmes y vivir las buenas enseñanzas recibidas. Tanto  el Salvador y el Consolador como el Acusador y Engañador se disputan el  dominio de nuestra mente y corazón. El primero lo hace con cuerdas de  amor y verdad; el segundo, con lazos de engaño y mentira.

    Elena  de White nos dice que cuando Satanás ve que corre peligro de perder a  un alma, hace cuanto puede para conservarla, y mucho más cuando el  tentado y afligido busca a Jesús (Joyas de los testimonios, t. 1, p. 122).

    Jorge Benny comparte seis claves de una experiencia victoriosa: ¿Cómo  vencer en la vida? Orando. ¿Cómo vencer al diablo? Orando. ¿Cómo vencer  las pruebas? Orando. ¿Cómo vencer las tentaciones? Orando. ¿Cómo vencer  las tribulaciones? Orando. ¿Cómo vencer las persecuciones? Orando.

    Sin  oración seremos siempre derrotados. Necesitamos hacer de la oración  nuestro estilo de vivir permanentemente en la presencia de Dios. Nuestra única alternativa de victoria es permanecer al lado de Cristo, orando  para que el Espíritu Santo nos conceda sabiduría con el fin de  reconocer las mentiras y las fuerzas para permanecer del lado de la  verdad.

    Es una lucha injusta y desigual, con derrota garantizada, si luchamos solos; sin embargo, “si  el que está en peligro persevera, y en su impotencia se aferra a los  méritos de la sangre de Cristo, nuestro Salvador escucha la ferviente  oración de fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para  que lo libren” (ibíd.).

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  • “Por  esta razón también oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios  os tenga por dignos de su llamamiento y cumpla todo propósito de bondad y  toda obra de fe con su poder. Así el nombre de nuestro Señor Jesucristo  será glorificado en vosotros y vosotros en él, por la gracia de nuestro  Dios y del Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:11, 12).

    Pablo ruega por tres cosas para los creyentes:

    1-Por una vida digna. No  solo dignos en la entrada al Reino de la gloria sino también dignos  para vivir la fe presente. Necesitamos vivir a la altura de los valores  del Reino anunciados por Jesucristo. El ser humano debe representar y  reflejar el carácter de Dios. La razón por la cual el cristiano vive una  vida digna y superior es porque está orientada y regida por los mismos  valores de Dios.

    2-Por una vida poderosa. No se  trata de poder para hacer lo que uno quiere, sino de poder para hacer la  voluntad de Dios. Este poder es resultado de la dependencia de Dios. El  mismo Jesús reabastecía su alma de poder a través de la oración.

    En  el silencio de las noches, Jesús se retiraba para tener comunión con su  Padre, e invitaba muchas veces a sus discípulos. “En la oración, Cristo  obtenía poder de Dios, y prevalecía. Mañana tras mañana, y noche tras  noche, él recibía gracia para poder impartir a otros. Entonces, con su  alma henchida de gracia y fervor, salía a ministrar a las almas de los  hombres” (Elena de White, El ministerio pastoral, p. 324).

    3-Por una vida que glorifique a Cristo. El  Señor es glorificado en sus hijos en su venida y también en el  presente. Las vidas salvadas y las vidas santificadas lo glorifican. El  creyente glorifica a Cristo y Cristo glorifica al creyente. Pablo  expresa que esto se hace por la gracia de Dios. La gracia nos conduce a  la gloria.

    Elena de White nos dice que Jesús veía en toda alma a  un ser que debía ser llamado a su Reino. “Su intensa simpatía personal  lo ayudaba a ganar los corazones. Con frecuencia se dirigía a las  montañas para orar en la soledad, pero esto era en preparación para su  trabajo entre los hombres en la vida activa. De estas ocasiones, salía  para aliviar a los enfermos, instruir a los ignorantes y romper las  cadenas de los cautivos de Satanás” (El Deseado de todas las gentes, p. 125).

    No hay vida digna, poderosa y que glorifique a Dios si no construimos sobre la comunión para ser consumidos en la misión.

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  • “Es  justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan,  mientras que a vosotros, los que sois atribulados, daros reposo junto  con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los  ángeles de su poder” (2 Tesalonicenses 1:6, 7).

    Pablo nos  muestra a un Dios que castigará con tribulación a los que atribulan y  recompensará con descanso a los que son atribulados. Un día, los creyentes que hoy sufren descansarán y los malvados que hoy hacen sufrir sufrirán.

    Pablo asevera que Dios es justo, ya que conoce los hechos y las motivaciones. Por  eso, dice que él puede pagar; es decir, devolver en reciprocidad, pagar  con la misma moneda. El pago a los incrédulos es con tribulación, llama  de fuego, sufrimiento y perdición eterna. Se contrasta la retribución a  perseguidores e incrédulos con la recompensa a los perseguidos y  creyentes. Unos recibirán lo que causaron; otros, lo que anhelaron. El  alivio y el descanso eterno serán a partir del segundo advenimiento de  Cristo.

    El 31 de mayo de 1970, en la región central norte del  Perú, ocurrió un terremoto de magnitud 7,9 en la escala Richter, con  epicentro en la provincia de Yungay. Huascaram es la montaña más alta  del país, con 6.678 metros de altura, y es la montaña tropical más alta  del mundo. Es parte de la llamada “Cordillera blanca”, considerada  patrimonio de la humanidad.

    Por efecto del tremendo movimiento  sísmico, una importante porción se deprendió del Huascaram, y formó un  alud de nieve y rocas que alcanzó una velocidad de doscientos kilómetros  por hora. Esto arrastró todo lo que encontraba en el camino, saltó por  encima de pequeños cerros y sepultó a una profundidad de ochenta metros  toda la ciudad de Yungay.

    Hoy, una inscripción recibe a los  visitantes del lugar, y dice: “Yungay, ciudad sepultada”. Solo unos  trescientos sobrevivieron; entre ellos, los miembros de una iglesia  adventista que había viajado a una ciudad vecina para hacer un trabajo  comunitario.

    En 1962, dos científicos estadounidenses, David  Bernays y Charles Sawyer, habían informado de la existencia de un enorme  bloque vertical de roca, cuya base estaba siendo socavada por un  glaciar. Sin duda esto podría causar (y de hecho lo hizo) un derrumbe.  No obstante, se les ordenó que se retractaran, bajo amenaza de prisión.  Los científicos huyeron del país.

    Tanto las promesas  como las advertencias son condicionales. Si desechamos o silenciamos las  advertencias de los profetas y los apóstoles, y si rechazamos a Cristo  como nuestro Abogado, mañana lo enfrentaremos como Juez. Él ama al pecador, pero odia el pecado. Cual Médico divino, un día extirpará para siempre el cáncer del pecado.

    Hoy todavía estamos a tiempo; aceptemos la misericordia del Señor.

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  • “Vuestra  fe va creciendo y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para  con los demás [...] vuestra paciencia y fe en todas vuestras  persecuciones y tribulaciones que soportáis” (2 Tesalonicenses 1:3, 4).

    Las  fuerzas centrípeta y centrifuga, al estar en oposición una de otra,  actúan y reaccionan de manera tal que la Tierra, en lugar de salir  volando por el espacio, se mantiene en la ruta de su órbita  equilibradamente girando alrededor del Sol.

    De igual manera, la  fuerza impulsora que nos viene de Dios y la fuerza propulsora que es  resultado de las presiones recibidas al enfrentar adversidades  equilibran nuestro caminar cristiano. Tenemos que agradecer a  Dios por ambas, tanto por las alas para volar como por los pesos que nos  frenan. Y así, impulsados por Dios, avanzamos con fe y paciencia en  nuestra sagrada vocación.

    Pablo elogia la fe que crece y el amor que sobreabunda. Son las alas provistas por la fuerza impulsora de Dios. Pero menciona, también, paciencia y fe para enfrentar los pesos de las persecuciones y las tribulaciones.

    Paciencia  y fe combinadas, pues sin la ayuda divina es imposible tener una  paciencia que nos lleve al crecimiento. No necesitamos una paciencia  estoica, sino activa y productiva, que nos conduzca a soportar; es  decir, a mantenernos erguidos, de pie, firmes y caminando.

    Las  grandes historias fueron escritas con la sangre de sus autores. José no  habría alcanzado la cima de la gloria sin pasar por el pozo de la  adversidad. Nabucodonosor no se habría salvado si los tres jóvenes  fieles no hubieran pasado por el horno de fuego. El carcelero de Filipos  no se habría bautizado si Pablo y Silas, en lugar de cantar, hubieran  protestado y, en lugar de permanecer en la cárcel después del terremoto,  hubieran escapado.

    Elena de White adoptó una actitud de alegría  en la adversidad, pues su fe no le permitía estar triste. No obstante,  hubo veces cuando sufrió muchísimo; por ejemplo, en Australia, viuda y  enferma, confinada en cama por meses. Ella misma escribió que el Señor  hace bien todas las cosas. “Miro ahora este asunto como parte del gran  plan de Dios, para el bien de su pueblo en este país, y también para los  de América, y para mi propio bien. No puedo explicar cómo ni por qué,  pero así lo creo. Y soy feliz dentro de mi aflicción. Puedo confiar en  mi Padre celestial. No dudaré de su amor” (Consejos para la iglesia, p. 38).

    Dios  siempre equilibra nuestros pesos con sus alas. Podemos estar seguros de  que, si Dios nos deja caminar entre piedras, nos dará zapatos  adecuados; el mismo Señor que permite los pesos propulsores nos otorga  las alas impulsoras.

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  • Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los  tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo” (2  Tesalonicenses 1:1, 2).

    En la segunda carta a los  Tesalonicenses, Pablo asegura a los cristianos la aceptación del Señor,  insiste en que deben agradecer a Dios por las victorias conquistadas, y  destaca su crecimiento en las virtudes cristianas de fe, amor fraternal y  firmeza frente a la persecución.

    En el capítulo 1, el apóstol  subraya la fe, el amor y la paciencia. Pablo demuestra felicidad por el  desarrollo espiritual de los hermanos y cómo ellos se han mantenido  fieles en la fe, aun en medio de las tribulaciones. A mayor sufrimiento,  fue mayor la fidelidad y el compromiso con Dios.

    Por eso, a  veces Dios permite el sufrimiento en nuestra vida, y este resulta  precioso porque nos acerca a él, cosa que no haríamos en circunstancias  de comodidad. Ante las pruebas, es necesario mantener firme nuestra fe  en Dios, no para demostrar nuestra capacidad de fidelidad sino para que  Jesucristo sea glorificado en nuestra vida.

    Eduardo Zakim es un  luchador y un misionero extraordinario. Un sufriente soldado de Jesús.  Lo conozco desde hace cuarenta años. Siempre dedicado y comprometido con  Cristo y con la iglesia. Alguien que ganó decenas de almas e inspiró a  muchos al ministerio.

    Pero Eduardo pasó por pruebas tremendas.  Perdió a su hija Cinthia, de 27 años, cuando se lanzó a un río helado  para rescatar a un niño; a su esposa Ana, por un cáncer, a quien le  habían dado tres meses de vida pero vivió tres años más por su fe y su  estilo saludable de alimentación; y también perdió a Noelia, de 33 años,  la única hija que le quedaba, por un cáncer fulminante.

    Eduardo  se ha mantenido fiel y es una bendición para muchos, que son consolados  por su vida y su predicación. Es invitado permanentemente por iglesias  para compartir temas de reavivamiento. Nunca dejó de dar estudios  bíblicos y nos animó a cumplir nuestra misión siempre. Él se volvió a  casar con Irene, una mujer extraordinaria, cristiana y ejemplar.

    En su libro ¿Qué Dios como tú?, con  testimonios de milagros y conversiones, Eduardo nos motiva a confiar  plenamente en las promesas de Dios. Así, frente a la próxima prueba,  podemos mantenernos fieles y que en cada alma que se cruce en nuestro  camino veamos a una persona para el cielo.

    Hoy podemos  decirle “gracias” a la noche, que nos permite ver las estrellas, y  podemos decirles “gracias” a los sufrimientos, que nos permiten ver la  consolación y el propósito de Dios.

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  • “También  os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los  de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para  con todos” (1 Tesalonicenses 5:14).

    Pablo utilizó la figura  del cuerpo humano para ilustrar el papel de la iglesia. En este cuerpo  espiritual hay ciertos miembros más débiles, que necesitan un apoyo  especial.

    1-Los ociosos. Son los que andan  fuera del paso, desordenadamente, indisciplinados. Elena de White nos  advierte: “La mente y el corazón indolentes, que no tienen propósito  definido, son presa fácil del maligno. El hongo se arraiga en organismos  enfermos, sin vida. Satanás instala su taller en la mente ociosa” (La educación, p. 170).

    2-Los de poco ánimo. Son  los que se dan por vencidos. Siempre miran el lado negativo de las  cosas y renuncian cuando las cosas se vuelven difíciles. Necesitan ser  animados, alentados, acercándonos a ellos y hablándoles de que las  pruebas de la vida los ayudarán a crecer y a fortalecerse en la fe.

    3-Los débiles. Son los que no han crecido en la fe, no se alimentaron, no se desarrollaron, se quedaron en los rudimentos del evangelio.

    El  primer día como presidente de la Asociación Bonaerense, le pedí a un  gran líder y administrador de la iglesia, con años de experiencia, que  me diera un consejo. Me dijo: “Ama. La iglesia es un edificio en  construcción; aún no está terminado. Es como un hospital que recibe  enfermos. No podemos descartar, dejar afuera a nadie”.

    Por eso,  al ocioso hay que darle una ocupación; al de poco ánimo, darle ánimo  para que tengan mucho; y a los débiles, darles fuerza, motivando con  paciencia y con amor.

    Elena de White nos dice que los hijos de  Dios deben traer almas al Señor, y así “tendrán la reconfortante  seguridad de la presencia del Salvador. No deben pensar que están  abandonados a sus débiles fuerzas. Cristo les dará palabras adecuadas  para consolar, animar y fortalecer a las pobres almas que luchan en las  tinieblas. Su propia fe será afirmada al ver el cumplimiento de la  promesa del Redentor. No solo beneficiarán a otros, sino también la obra  que hagan para Cristo será una fuente de bendición para ellos mismos” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 304).

    Dos  tipos de ovejas deben estar en el centro de nuestros sueños, oraciones y  esfuerzos. Cuidar la que tenemos adentro del redil para que sea más  fuerte y misionera, y buscar y rescatar a la que está afuera.

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  • “Pero  nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la  coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de salvación como casco”   (1 Tesalonicenses 5:8).

    Las estalactitas y las estalagmitas  son formaciones que se encuentran en cuevas, grutas o cavernas y son  producidas por un fenómeno llamado precipitación química. Las  estalactitas son formaciones verticales que parten de arriba hacia abajo  y las estalagmitas se forman al revés: de abajo hacia arriba.

    Las  estalactitas se originan en el techo y continúan creciendo de forma  descendente hacia el suelo. Son formaciones rocosas que tienen en el  centro un conducto por el cual circula el agua con los minerales y que  con su goteo produce la formación de las estalagmitas.

    Las  estalagmitas, originadas en el suelo, se dirigen de forma ascendente, no  tienen el conducto central, y crecen por los residuos que vienen de  arriba. En el momento en el que ambos se juntan, se forma una estructura  única denominada columna, o pilar.

    Pablo no habló de estalactitas ni de estalagmitas, pero estas figuras ilustran la enseñanza del apóstol. Nuestra  vida es posible no por una precipitación química sino por el descenso y  la encarnación de Cristo entre nosotros. Nuestra existencia se origina  por un propósito que viene de arriba. En él existimos, en él nos  nutrimos, en él crecemos, nos hacemos fuertes y sobrios. Unidos a él,  llegamos a ser una columna o pilar firmemente establecido, defensa y  baluarte de la verdad.

    Pablo reitera la necesidad de  estar protegidos por esta armadura para crecer en las cavernas  tenebrosas del pecado de este mundo corrupto. La fe y el amor son como  la coraza que cubre el corazón: hacia Dios, y hacia el prójimo. La  esperanza es el yelmo que protege la mente. Los incrédulos indiferentes  fijan su vista en las cosas de abajo, mientras que los creyentes  comprometidos ponen su atención en las cosas de arriba.

    “La  perspectiva que uno tiene de la vida determina el resultado que se  obtiene; y cuando esta perspectiva mira hacia lo Alto, un buen resultado  está asegurado”, afirmó W. Wiersbe. Reconozcamos nuestra absoluta  dependencia del Señor; solo en él somos fuertes y firmes a fin de vivir  como hijos de la luz, sobriamente, dependiendo permanentemente,  obedeciendo fielmente, siendo un pilar y una columna para sostener a  otros.

    Así como Cristo es nuestra estalactita –porque se  derramó hacia nosotros, nos origina, nos sostiene, nos nutre y nos hace  crecer–, nosotros también podemos ser la estalactita que nos derramamos  hacia muchos llevando nutrientes salvíficos de amor, fe y esperanza,  produciendo nuevas estalagmitas.

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  • “Porque todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas” (1 Tesalonicenses 5:5).

    Pablo  dice que somos hijos de la luz y del día, que no podemos dormir frente  al gran evento que se aproxima, mientras que los hijos de las tinieblas  se esconden y viven en la suciedad del pecado; por eso son de la noche,  indiferentes o ajenos al inminente regreso del Señor.

    Ser hijos  de la noche es rechazar la Revelación, vivir en incredulidad, practicar  la inmoralidad y dormir el sueño de la muerte. Ser de las tinieblas  significa pertenecer al enemigo y, por lo tanto, actuar en rebeldía  contra Dios.

    Pero Pablo dice que no somos hijos de las tinieblas  y de la noche. No somos hijos de rebeldía, desobediencia, ira,  maldición y muerte. Por la redención en Jesús, somos hechos hijos de  comunión, obediencia, justicia, bendición, resurrección y vida.

    Burt  dice que el binomio luz-tinieblas y día-noche vertebra toda la Biblia,  desde Génesis hasta Apocalipsis. Cuando todo era tinieblas, las primeras  palabras de Dios registradas en las Escrituras fueron “Sea la luz”. Y,  cuando el Apocalipsis termina ya en la descripción de la Ciudad  Celestial, se dice que no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz  de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará.

    Cuando  el hombre cedió a la tentación, el diablo transformó el mundo en un  mundo oscuro por el pecado. Cristo vino cuando todo estaba en tinieblas  espirituales para trasladarnos del reino de las tinieblas al Reino de la  Luz.

    Los hijos de las tinieblas y de la noche viven para el  presente siglo, regidos por el príncipe de las tinieblas, mientras que  los hijos de la luz y del día viven para el siglo venidero, regidos por  el Príncipe de justicia y la Luz del mundo. El príncipe de las tinieblas  ha recibido un golpe mortal, pero sigue gobernando. El presente siglo  está moribundo, pero aún no acaba. Hasta que Cristo vuelva en gloria,  seguirá este período transitorio de convivencia de las tinieblas y la  luz, de la noche y el día.

    Solo hay dos opciones. O se es hijo de la noche o hijo del día, de la luz o de las tinieblas. O perteneces a este mundo caduco en vías de extinción o al siglo venidero, a pasos de su reestreno definitivo.

    La  Luz del mundo ya vino, pero está por venir nuevamente. Seamos hijos de  Dios, que no viven para este mundo que se termina, sino para el Reino  que nunca acabará.

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  • “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche” (1 Tesalonicenses 5:2).

    Tanto  Jesús como Juan en el Apocalipsis y como Pablo aquí usan la figura de  un ladrón para ilustrar lo inesperado y sorpresivo de la llegada del Día  del Señor. Puesto que no sabemos cuándo va a venir el gran día de Dios  por su pueblo, debemos vivir esperando y velando mientras estamos  ocupados en trabajar y testificar.

    Ya hemos comentado la  tristísima historia del vuelo que impactó sobre la ladera del cerro a  escasos cuatro kilómetros del Aeropuerto José María Córdova (Colombia) y  que significó la muerte de 71 personas (entre ellos, los jugadores del  equipo de fútbol brasileño Chapecoense).

    El vuelo de LaMia  estuvo a cuatro minutos de aterrizar. Casi se salvaron. Pero estar “casi  salvos” es estar totalmente perdidos. No hay mayor fatalidad que el  “casi”.

    Un tripulante que siguió el protocolo de seguridad y salvó su vida estuvo entre los sobrevivientes. Dios nos ha dado, a través de su Palabra, un protocolo de seguridad para enfrentar el mal y el pecado, y sobrevivir.

    De  acuerdo con las investigaciones, la falta de combustible fue la causa  de la tragedia. Es imposible llegar a destino sin combustible. El sueño  de todos es llegar al destino seguro. Es imposible sin la provisión  adecuada de la energía necesaria. La gran diferencia entre las vírgenes  que participaron de la gran fiesta de bodas y las que no lo hicieron fue  que estas últimas no tenían el aceite suficiente para sus lámparas. Es  imposible movernos y llegar al destino anhelado sin combustible. Y  Jesús, en su propia experiencia, nos aseguró que no solo de pan vive el  hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

    El  avión podría haberse declarado en emergencia, y la tragedia se habría  evitado, pero tan solo expresó un pedido de prioridad para el  aterrizaje. Este mundo de pecado es a todas luces un mundo declarado en  emergencia. La imagen de Dios en el hombre, en su estado original, ha  sido totalmente desvirtuada.

    “La mayor y más urgente de todas  nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en  nuestro medio. Procurarlo debería ser nuestra primera obra” (Elena de  White, Eventos de los últimos días, p. 193).

    Ya  no es suficiente que encaremos las cosas de Dios de manera prioritaria.  Necesitamos, además, hacerlo con urgencia. No hay más tiempo. Estamos a  “instantes” de la destrucción definitiva o de una vida para siempre.

    Necesitamos actuar con urgencia en la emergencia.

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  • “Acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba” (1 Tesalonicenses 5:1).

    En  el capítulo 5 de 1 Tesalonicenses, Pablo comienza describiendo el  regreso de Cristo. Él afirma que el Día del Señor viene como ladrón en  la noche. Aquí, Pablo no está hablando de un rapto secreto. Está  enfatizando la idea de que Cristo vendrá en el momento en que no  esperamos. Y por eso debemos estar siempre preparados.

    Un mensaje  importante que Pablo comparte es este: No debemos confiar en discursos  que dicen que habrá tiempos de paz, y que los tiempos de paz se  instalarán para siempre en nuestro planeta. ¡Eso no es verdad! La paz  que se instale en nuestro planeta será una paz aparente, que precede al  regreso de Jesús. Por eso, Pablo nos enseña que debemos vigilar y estar  sobrios; es decir, atentos. Esto significa que necesitamos conocer las  señales, que están claras en la Biblia.

    Pablo también orienta a  dar atención a los que trabajan entre nosotros predicando la palabra y  llamando nuestra atención a las cosas celestiales.

    Debemos animar a los desanimados, motivar a los desmotivados. Debemos orar siempre. Debemos siempre ser agradecidos. Debemos atender las profecías. Debemos tener mente juiciosa. Debemos huir de todo tipo de mal. Debemos mantener una vida santificada. Debemos abrir el corazón para la actuación del Espíritu Santo.

    Letie  Cowman cuenta que un hombre oraba pidiendo aceite, y Dios le dijo que  plante un olivo. Luego, oró por lluvias para el olivo, y Dios se las  envió. Entonces oró por sol, y el sol apareció. A fin de fortalecer las  raíces, pidió nieve, y Dios le mandó nieve. Pero, por esa nevada, el  olivo murió. Sorprendido, el hombre vio que su vecino tenía un olivo muy  bonito y le preguntó cómo hacía para mantenerlo así. El vecino  respondió: “Solo le confío mi planta a Dios. Yo no le impongo  condiciones a Dios; simplemente cumplo condiciones colocando mi vida en  sus manos”.

    Como Pablo hizo en su vida, como le pidió a  los tesalonicenses que hicieran, vamos a colocar nuestra vida plenamente  en las manos del Señor.

    ¡Gracias a Dios porque en él  encontramos sentido y significado para la vida, incluso, en las pequeñas  cosas! Por la gracia divina nos mantenemos vivos, por su amor tenemos  salvación y por su poder podemos prepararnos para recibir a Cristo  cuando vuelva a buscarnos.

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  • “Luego  nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados  juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y  así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).

    Hace  pocos años, la prensa publicó algunas declaraciones del gran genio  físico Stephen Hawking que revelaban su visión sobre el futuro del  mundo. Desde luego, sus conceptos no son bíblicos: es uno de los mayores  defensores de la teoría del “Big Bang” para el origen del Universo. No  obstante, afirmó: “Yo veo grandes peligros para la raza humana. La  solución es abandonar el planeta. Si los seres humanos no dejan la  Tierra en los próximos cien años, serán una especie extinta”.

    Sin  embargo, esta no es una solución fácil. Según él, el mayor problema  serán las distancias. La estrella más cercana a la Tierra, después del  Sol, está a más de cuatro años luz. A las naves del espacio actuales les  llevaría cincuenta mil años llegar hasta allá. Sus palabras son  provocativas y desafiantes, pero muestran que hasta alguien que no  acepta la Biblia comprende y anuncia que pronto no habrá vida en la  Tierra.

    ¿Cuál debería ser nuestra actitud, siendo que conocemos  la Revelación clara y profunda? ¿No deberíamos buscar todos los medios  de anunciar que lo que sucederá con la Tierra ya fue profetizado en la  Biblia? ¿Es posible que las piedras hablen primero para que después  tomemos coraje?

    Tenemos una razón más para anunciar en alta voz:  nosotros conocemos la verdadera solución. Mientras que Hawking,  considerado uno de los más importantes físicos del planeta, solo logra  encontrar el problema, nosotros tenemos la solución. Eso nos hace más  responsables de anunciar este mensaje.

    No necesitamos huir del  planeta, naves para llegar al espacio o a otros planetas donde habitar.  No necesitamos temer una invasión de extraterrestres ni soluciones  complejas para las amenazas del futuro. Necesitamos conocer y creer en  las orientaciones de la Palabra de Dios. Necesitamos confiar en que el  “el Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza,  sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno  perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9).

    Necesitamos  poner nuestra esperanza en el regreso del Señor. Entonces viviremos en  el cielo por toda la eternidad. De esta forma, sí dejaremos el Planeta.  No por manos humanas, sino conducidos por el Señor. La Revelación es clara. Solo necesitamos levantarnos y anunciarla.

    “Vivimos en los últimos tiempos, el fin de todas las cosas se acerca. Las señales predichas por Cristo se están cumpliendo rápidamente” (Elena de White, Consejos sobre salud, p. 389).

    Haz tu parte. Es tiempo de salir de este mundo y entrar en el mundo nuevo para siempre.

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  • “Porque  el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de  Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán  primero” (1 Tesalonicenses 4:16).

    Graciela era parte de  nuestro equipo de evangelización. Trabajaba como dedicada y eficiente  instructora bíblica, apasionada por la salvación de las personas y el  regreso de Jesús.

    Un día, su padre descansó en el Señor. Ella  misma tuvo que explicar como mamá, a su hijo de cinco años, sobre la  muerte de su abuelo. Lo hizo así: “El abuelo se durmió. Lo vamos a poner  en una caja y lo guardaremos en el jardín”. Enseguida, el niño  preguntó: “Y ¿cuándo se va a despertar?” Tragando saliva, Graciela  contestó: “Se va a despertar cuando Jesús venga”. Entusiasmado, el niño  gritó: “Entonces voy a orar para que Jesús venga esta tarde”.

    Y  tú, ¿estás orando para que Jesús venga esta tarde? ¿Te estás  preparando? ¿Estás preparando a otros al trabajar por el pronto regreso  de Jesús?

    La vida aquí está envuelta en lágrimas. Todos  los días las derramamos. A veces, son visibles. Otras, son disimuladas.  Sin duda, las lágrimas más pesadas son la derramadas por la pérdida de  un ser que amamos.

    Recuerdo el primer sepelio que tuve que  realizar como pastor. Una madre estaba llorando por la prematura muerte  de su hijo de 32 años. Ella me preguntó si tenía que sepultar a su hijo  con zapatos con taco de goma. Nunca había escuchado una pregunta así. En  medio de su dolor, y con respeto, pregunté por qué. Me dijo: “Para que  cuando el alma se levante a penar pueda caminar en silencio; de esa  manera, el diablo no lo molestaría”. Con cariño le explique el mensaje  bíblico del descanso inconsciente de los que mueren hasta la mañana de  la resurrección.

    El enemigo ha mezclado tanto la verdad con la  mentira, para generar más confusión e independencia de Dios. Varias  veces fui al cementerio por familiares, hermanos en la fe, amigos muy  queridos, e incluso por incrédulos. En todos hay llanto, pero el llanto  del creyente es diferente. Los muertos en Cristo resucitarán primero,  afirmó Pablo (1 Tes. 4:16). El que cree en mí, aunque este muerto  vivirá, sostuvo Jesús (Juan 11:25).

    “¡Oh, cuán glorioso será  verlo y recibir la bienvenida como sus redimidos! Largo tiempo hemos  aguardado; pero nuestra esperanza no debe debilitarse. Si tan solo  podemos ver al Rey en su hermosura, seremos bienaventurados para  siempre” (Elena de White, Joyas de los testimonios, t. 3, p. 257).

    ¡Vivamos como para que el Señor venga esta tarde!

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  • “Porque  el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de  Dios, descenderá del cielo” (1 Tesalonicenses 4:16).

    La  gente le teme al fin del mundo, pero, por otro lado, se esperanza en el  futuro. Cristianos, judíos y musulmanes (cada uno a su manera y con sus  interpretaciones, cree que el fin del planeta ocurrirá).

    El ritmo  se está acelerando. El interés en el futuro está en su apogeo. Más allá  de los desastres naturales, de los conflictos entre las naciones, de  las hambrunas, de los conflictos étnicos, de la tensión política mundial  y de una economía incierta, hay esperanza.

    “Venga a ver el fin  del mundo en primera fila”, decía el cartel en la península de Yucatán,  en el sureste mexicano, promocionado el día que marcaba el final de uno  de los ciclos del calendario maya: 21-12-12 y que disparó un boom turístico  apocalíptico. Todo fue excitación. Incluso los ocho mejores chefs del  planeta organizaron la “Cena del Fin del Mundo”.

    Existe otro fin  del mundo anunciado y prometido por alguien que nunca falla. Pablo  afirma que el Señor mismo, con voz de mando certera y poderosa  descenderá del cielo. Elena de White lo resume así:

    “Pronto  aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de  la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la  distancia parece rodeada de oscuridad […] volviéndose más luminosa y más  gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como  fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del Pacto. Jesús marcha al  frente como un gran conquistador” (Eventos de los últimos días, p. 231).

    “Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor” (ibíd., p. 232).

    “Sobre  la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la  corona de gloria [...]. Jesús abre ampliamente las puertas de perla, y  entran por ellas las naciones que guardaron la verdad” (ibíd., p. 237).

    Sí, esta esperanza ilumina nuestro futuro:

    “El  futuro tiene muchos nombres. Para los débiles, es lo inalcanzable. Para  los temerosos, lo desconocido. Para los valientes, es la oportunidad”, escribió Víctor Hugo.

    Sé  protagonista y asiste al fin del mundo en primera fila. Participa de la  verdadera cena de las bodas del Cordero y de la iglesia.

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  • “Cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más”  (1 Tesalonicenses 4:1).

    El enemigo siempre trabaja para  llevarnos a los extremos: o nos agradamos a nosotros mismos o vivimos  pendientes de agradar a todos.

    La vida no es un feriado donde cada uno puede hacer lo que quiere. No  vivimos en un parque de diversiones sino en un campo de batalla. La  iglesia no es un crucero de placeres sino un bote salvavidas. No es un  edifico terminado sino un edificio en construcción. Hacer lo  que queremos alimenta nuestro ego. Nadie puede vivir para sí mismo de  manera saludable. Tampoco es posible vivir agradando a todos. Si hacemos  eso, seguro estaríamos pisando principios, y a la postre nos dañamos.

    Steve Jobs solía decir: “Si queremos dejar a todos contentos, entonces hay que dedicarse a vender helados”. Si queremos agradar a todos, vamos a integrar en nosotros las incoherencias de la sociedad. Pablo fue muy definido, tenía una prioridad: agradar a Dios. Esto concede estabilidad y seguridad.

    Agradar  a Dios debe ser nuestro propósito, responsabilidad y alegría. Agradar  es más que obedecer. Incluye la manera, el modo, la forma y la  motivación con que lo hago. El agradar a Dios no puede ser algo  ocasional, momentáneo o estacional. Debe ser permanente.

    Ahora  bien, ¿cómo sabemos lo que le agrada? Preguntándo a él a través de su  Palabra. Esto nos compromete a obedecer a Dios. Desde luego, en una  sociedad sin valores, la obediencia se vuelve complicada en todos los  aspectos. En 1 Tesalonicenses 4:4, el apóstol Pablo usa un ejemplo  relativo al matrimonio y la pureza moral. Cada hombre deber tener una  esposa en santidad y honor en vez de cultivar una pasión desordenada.

    Toda  actividad sexual fuera de este contexto de un matrimonio heterosexual y  monogámico distorsiona el plan de Dios. No necesitamos hacer una  encuesta o una investigación para notar cómo se ha cambiado el plan de  Dios original.

    Nadie agrada, obedece y honra a otro si no es  sobre la base del amor. Un fiel y amante esposo ama y hace lo que es  agradable para su esposa. Si ama, nada le parece cargoso; si no ama, ni  piensa en agradar, sino tan solo en agradarse.

    Cuando  agradamos, obedecemos y glorificamos. Honramos a Dios en nuestro cuerpo,  como también en el cuerpo espiritual, que es la iglesia.

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  • “Por  lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús que, de  la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y  agradar a Dios, así abundéis más y más” (1 Tesalonicenses 4:1).

    En  el capítulo 4 de 1 Tesalonicenses, el apóstol Pablo alienta a los  cristianos de ese lugar a que sigan adelante en una vida verdaderamente  piadosa y santa. También enseña que una vida en santidad y justicia  consiste en amar a los demás, trabajar y empeñarse por vivir  tranquilamente, como resultado de la confianza en Dios.

    Pablo  expone cuál es la situación de los muertos en Cristo. Él comienza  afirmando que, así como Cristo resucitó, de la misma manera quien muere  creyendo en él también resucitará. Y ¿cómo ocurrirá esto? Dios dará la  orden, los ángeles tocarán la trompeta, y después acontecerá el  espectáculo de la resurrección.

    Los justos vivos y los resucitados esperarán a Cristo en las nubes del cielo. ¡Será una escena impresionante! Esta  promesa debe confortar nuestro corazón, y darnos la certeza de que,  para los fieles, la vida no termina en la muerte. Para los fieles, la  muerte es solo una pausa, el sueño inconsciente de la muerte. Estas  palabras de Pablo deberían producir en nosotros confianza total en Dios,  pues él es el Autor y el Don de la vida.

    Una mujer había sido  diagnosticada con una enfermedad incurable y con poco tiempo de vida.  Así que, empezó a poner sus cosas “en orden”. Contactó a su pastor y le  dijo cuáles canciones quería que se cantaran en su servicio funerario y  qué lecturas hacer. También solicitó ser enterrada con su libro favorito  y algo más: ¡un tenedor en la mano derecha!

    Sorprendido, el pastor exigió una respuesta ante tan extraño pedido. Con una sonrisa, la mujer explicó: “Cuando  la gente se pregunte qué hago con un tenedor en la mano, quiero que  usted les diga: ‘Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir’  ”.

    Cuando Dios creó todas las cosas, lo mejor ya había  venido. Por causa del pecado perdimos todo, pero lo mejor está por  venir para los pecadores alcanzados por la gracia de Cristo. Vivamos con  esa certeza y con esa esperanza. En el regreso de Cristo, los justos  vivos serán transformados, los muertos en Cristo serán resucitados y  todo será hecho nuevo, y nuevo para siempre.

    No lo dudes. Hoy puede ser un gran día, pero lo mejor está por venir.

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  • “De modo que ahora hemos vuelto a vivir, sabiendo que estáis firmes en el Señor” (1 Tesalonicenses 3:8).

    Antes  de que una criatura camine, se pone de pie. En los dos primeros  capítulos, Pablo puso a la iglesia de pie y ahora quiere ayudarla a  caminar. La palabra clave aquí es “afirmar”.

    Los conversos deben  saber que la nueva vida no es fácil, que vendrán pruebas y  persecuciones, pero que pueden mantenerse fieles y misioneros. ¿Cómo  ayudó Pablo a que la iglesia se afirmara y marchara hacia delante?

    1-Les Envió a Timoteo. Pablo  no abandonó a sus ovejas en su hora de peligro. Timoteo era ideal para  ayudar; compartía la fe, el evangelio, la esperanza y la misión. Era un  ministro amante y paciente. Era un discípulo que había sido discipulado  por Pablo.

    2-Les escribió una carta. El informe  de Timoteo a Pablo fue muy alentador. Los nuevos creyentes permanecían  firmes. No creyeron las mentiras del enemigo.

    La Palabra de Dios  es uno de los mejores instrumentos para afirmar a los nuevos creyentes.  Jesús enfrentó al enemigo con el seguro “Escrito está” de la espada del  Espíritu. La Biblia, que es inspirada por Dios, nos afirma, nos enseña,  nos redarguye, nos corrige y nos instruye.

    Pablo adoctrina a  los Tesalonicenses sobre Dios el Padre y Jesucristo, el Espíritu Santo,  el pecado, la salvación, la iglesia, el ministerio y la Segunda Venida.  Para el apóstol, la Palabra de Dios es comida nutriente, luz guiadora y  un arma defensora.

    3-Oró por ellos. La Palabra de Dios y la oración van juntas. Pablo, igual que Jesús, oró por sus discípulos y pidió tres cosas:

    La primera es que la fe creciera. Cuanto más usamos fe, más fuerte se hace.

    La segunda es que su amor abundara. Algunos  edifican muros y se encierran en sí mismos, mientras que otros edifican  puentes y se acercan más al Señor y a su pueblo. Amarse unos a otros es  mandato de Jesús.

    La tercera es que la santidad se desarrolle, para  ser irreprensibles delante de Dios. La oración no era incidental ni  accidental; era permanente, de noche y de día y con gran insistencia.  “De principio a fin, las lecciones y los ejemplos del Señor nos enseñan  que la oración que no persevera, no insiste en el pedido y no se  renueva permanentemente tomando fuerza de cada petición anterior, no es  una oración que prevalece” (William Arthur).

    ¿Qué  podemos hacer para ganar a otro y ayudar a mantenerlo en la fe? Animar y  permanecer a su lado, compartir la Palabra y orar. Pablo hizo eso, y le  fue muy bien.

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  • “Pero cuando Timoteo regresó, nos dio buenas  noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, y  que deseáis vernos, como también nosotros a vosotros. Por eso,  hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos  consolados al saber de vuestra fe” (1 Tesalonicenses 3:6, 7).

    En el capítulo 3 de 1 Tesalonicenses, Pablo presenta básicamente tres temas:

    1.  Testifica de su gran amor por los tesalonicenses al enviar a Timoteo  para fortalecerlos y consolarlos en medio de las tribulaciones que ellos  están pasando. La preocupación del apóstol era que el enemigo se  aprovechara de las tribulaciones para debilitar su fe. Los verdaderos  pastores actúan de esta manera: conforman y animan a sus hermanos en la  fe.

    2. Se alegra por el bienestar de los hermanos tesalonicenses.  Timoteo llevó buenas noticias: los hermanos estaban firmes, a pesar de  las necesidades y las pruebas. Nuestra fe se demuestra justamente en las  pruebas. Y recuerda que en los momentos difíciles podemos contar con la  protección de Dios.

    3. Ora por ellos, deseando ir a verlos, y  para que el cuidado y la bondad entre ellos se vuelva aún más fuerte. Y  con eso ellos podrán crecer en santidad en la presencia de Dios.

    Cuando  oramos por los amigos y los hermanos, nosotros mismos somos bendecidos  porque aprendemos a interceder y porque aprendemos a depender de Dios.

    La  vida cristiana de Pablo empezó milagrosamente con el encuentro en  Damasco, y la primera oración de Pablo fue preguntarle a Jesús qué  quería que hiciera. Durante su ministerio, siempre le hizo a Dios la  misma pregunta. Sabía que Dios es quien abres las puertas y el que las  cierra. Tal vez por eso algunos no se animan a orar al Señor y decirle: “¿Qué quieres que yo haga?” Dios consigue las más reales e impactantes victorias de las más aparentes y humillantes derrotas.

    En  cierta oportunidad, el gran músico polaco Arturo Rubinstein (conocido  por su autodisciplina, ya que llegó a practicar piano 16 horas al día)  dijo: “Si paso un día sin practicar, yo noto la diferencia. Si paso dos  días sin practicar, mis amigos notan la diferencia. Si paso tres días,  el púbico nota la diferencia”.

    El crecimiento viene de  la práctica. Continuamente debemos estar orando, confiando, viviendo la  voluntad de Dios, testificando y salvando a otros. En ningún orden de la  vida se alcanza un buen rendimiento sin una práctica permanente. Tal  como declaró David Livingstone: “Yo decidí nunca parar hasta llegar al  fin y cumplir mi propósito”.

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  • “Pues ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona  de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor  Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1  Tesalonicenses 2:19, 20).

    La gran esperanza de Pablo era  encontrarse con los salvos de todos los tiempos y compartir la  eternidad. Su corazón estaba lleno de esta esperanza. Se gozaba en esos  creyentes con los que soñaba con presentar ante el Señor en el día  final, cual tesoros rescatados de la guerra del pecado. Esos fieles ante  el Trono y ante el Rey serían su gloria.

    Un detalle que no es  menor potencia esta historia. La alegría de Pablo y la de Cristo se  encuentran. Isaías 53:11 dice que un día Jesús verá el fruto de la  aflicción de su alma y quedará satisfecho. Tanto el Pan de vida como el distribuidor del pan se realizan en la salvación de las personas.

    Este  deseo del apóstol de visitar a sus conversos fortalecía su fe y su  compromiso con la verdad, y le daba más valor para enfrentar la  persecución. Cuánto ánimo produjo en aquellos creyentes saber que eran  la esperanza, la corona, el gozo y la gloria del apóstol.

    En  aquellos días, había dos tipos reconocidos de coronas. Una era la  diadema real, símbolo de autoridad y majestad. Otra era una corona  olímpica, símbolo de victoria y celebración que se concedía a los  vencedores en los juegos realizados por los antiguos griegos en la  ciudad de Olimpia. Esta segunda corona consistía en un entramado de  ramas de laurel.

    Pablo no se refiere aquí a la corona de justicia  que el Señor dará en su venida sino a la guirnalda de victoria. La  corona de Pablo es una guirnalda de laurel por la victoria de sus  conversos.

    Elena de White dice que “se nos permite  unirnos con él en la gran obra de redención y participar con él de las  riquezas que ganó por las aflicciones y la muerte” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 77) y que “la  evidencia de su apostolado está escrita en los corazones de sus  conversos y atestiguada por sus vidas renovadas. Cristo se forma en  ellos como la esperanza de gloria” (Los hechos de los apóstoles, p. 264).

    Si  nuestra guirnalda de gloria es la honra de salvar personas para Jesús,  en breve el Señor cambiará el laurel perecedero y frágil por la diadema  imperecedera y eterna.

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  • “También sabéis de qué modo, como el padre a sus  hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros” (1  Tesalonicenses 2:11).

    Con la fidelidad de un administrador, Pablo  sabe que el mensaje es propiedad de Dios. No le pertenece, le ha sido  confiado en calidad de préstamo. Por eso, lo defiende, lo protege y hace  un uso adecuado. No es un dinero para guardar ni un tesoro para  esconder; es necesario invertir el capital, producir y hacerlo crecer.

    Pablo sabe que no es el dueño, es un encargado. Sabe  que tiene que rendir cuentas. Lo trataron de mercenario y pensaban que  quería ganar dinero con ese mensaje, pero él está seguro delante de Dios  y de los hombres de ser un fiel administrador de todo el mensaje de  Dios.

    Pablo era padre espiritual de los  creyentes, y un buen padre cuida, sostiene y ejemplifica. Pablo vivió  una vida santa, justa, íntegra, irreprensible; siempre próximo a las  personas. exhortaba, animaba y consolaba. Los hijos espirituales  necesitan un ejemplo para seguir más que una disertación para escuchar.

    En 1 Tesalonicenses 2:7, Pablo dice que tuvo ternura y los cuidó tal como lo hace una madre. Pablo  no los dejó en manos de niñeras. El mismo que les predicó siguió orando  por ellos, y ahora les escribe, los visita y les dedica su tiempo y  energías. Fue amoroso, paciente y perseverante.

    Mi madre fue una  mujer luchadora. Salió de Italia a sus catorce años, escapando de la  guerra, y se abrió paso en la vida, sin estudios, sin conocer el idioma,  pero conociendo a Dios. En la fábrica donde trabajaba le daban unas  galletas para su almuerzo. En vez de comerlas, las traía a casa para mi  hermano y para mí. La he visto trabajar incluso ayudando a mi padre a  construir la casa. Ahora quiero detenerme en un detalle: ella me llevaba  todos los días de la mano hasta la escuela, que distaba a unos  setecientos metros de casa.

    Lo hizo hasta aquel día en que me  ayudó a cruzar la avenida, me colocó en la vereda que iba directo a la  escuela, ya sin otras calles que cruzar, y me dijo: “Ve tranquilo. Yo te estaré mirando”.

    Y  así fue. Caminé solo sabiendo que lo hacía bajo la atenta mirada de mi  madre. Cada vez que giraba la cabeza, allí estaba ella, acompañándome  con su mirada.

    Con la fidelidad de un administrador, la  protección de un padre y el amor de una madre, caminemos rumbo a la  eternidad bajo la atenta mirada de Dios.

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  • “Vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en vano” (1 Tesalonicenses 2:1).

    La  predicación en Tesalónica ocurrió poco después de que Pablo y Silas  fueran maltratados físicamente en Filipos. El castigo había sido  injusto. Además, Pablo era ciudadano romano y, como tal, no debía haber  sido castigado.

    Por eso, él dice que tuvieron osadía y confianza  en Dios al anunciar el evangelio allí. A pesar del desafío de la  predicación, el apóstol tenía tanto interés en agradar a Dios que  cumplía la misión llevando en poca consideración la opinión de los  hombres acerca de sí. Esto no significa que Pablo no respetaba los  sentimientos de las personas. Lo que él quiere decir es que su objetivo  no era agradar a los hombres y conquistarlos por astucia; más bien,  tener la aprobación de Dios y acercar las personas al Maestro. Y por  eso, él no adulaba a las personas, no buscaba elogio de las personas. Su  negocio era presentar el evangelio de Dios.

    Pablo también  escribe que propuso ganar su propio sustento, a fin de que el evangelio  fuese predicado gratuitamente. Con eso, nadie tendría motivo para acusar  al apóstol de predicar por ganancia personal, pues él trabajaba a fin  de no ser un peso para sus congregaciones.

    Merece ser destacado  el hecho de que Pablo enfatiza la relevancia de la Palabra de Dios, como  elemento esencial de la predicación y de la transformación de las  personas. Pablo fue reavivado por la Palabra de Dios. Ser predicador de  la Palabra exige una postura ética correcta, pues la predicación no  ocurre solamente por el contenido presentado, sino también por la  conducta demostrada.

    Elena de White dice que, mientras Pablo  proclamaba con santa audacia el evangelio en la sinagoga de Tesalónica,  raudales de luz eran derramados. “Pablo creía en la segunda  venida de Cristo. Tan clara y vigorosamente presentó las verdades  concernientes a este suceso que ellas hicieron en la mente de muchos que  oían una impresión que nunca se borró” (Los hechos de los apóstoles, p. 185).

    Pablo  era osado y su misión estaba por encima de su función. Dios estaba por  encima del ser humano. La Palabra estaba encima de su palabra. El  prójimo estaba antes que él. Las cadenas de hierro que ataron sus pies  fueron el anticipo de la corona de oro que adornaría su cabeza.

    Letie Cowman cuenta que un buen soldado romano era el que, ante el peligroso mandato de guerra de un superior, respondía: “Es necesario que yo vaya, no que yo viva”.

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