Afleveringen
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Esta sería la última oportunidad, así que había que aprovecharla. Uno de ellos derrochó en una sola parranda corrida los ahorros de varias generaciones de su familia. Otros insultaron a quienes hacía tiempo habían querido ofender, y besaron a quienes por muchos años habían deseado manifestarles su amor. Pero todos acabaron confesándose. Tantos hubo que el sacerdote del pueblo tuvo que atenderlos por orden de prioridad. Primero confesó a las embarazadas, porque contaban por dos, luego a las que acababan de dar a luz, y así sucesivamente. El pobre párroco pasó tres días y tres noches clavado en el confesionario, hasta que cayó desmayado bajo el peso de los pecados de su pueblo.
Después de mucho hacerse esperar, llegó la medianoche del último día del siglo diecinueve y la gente se dispuso a bien morir. Nadie dudó de que había llegado el fin del mundo. Sin respirar, con los ojos cerrados y los dientes apretados, todos los habitantes del pueblo de San José de Gracia escucharon, una tras otra, las doce campanadas de la iglesia, convencidos de que la última anunciaría el fin.1
¿A qué se debió la exagerada actitud de aquellas personas? El historiador uruguayo Eduardo Galeano nos da a entender que era porque creían en la ira de Dios, que se había ido acumulando desde la fundación del mundo. Pero luego comenta que «los habitantes de San José de Gracia continúan en las mismas casas, viviendo o sobreviviendo entre las mismas montañas del centro de México, para desilusión de las beatas, que esperaban el Paraíso, y para alivio de los pecadores, que encuentran que este pueblito no está tan mal, al fin y al cabo, si se compara» con otros.2
Lo triste es que, si comparáramos a nuestros pueblos en la actualidad, concluiríamos que abundan las personas que andan mal porque le temen a Dios sin conocerlo. San Juan afirma que Dios es amor, y que nos ha manifestado ese amor precisamente para que en el día del juicio podamos comparecer ante Él con toda confianza. Y luego nos explica que en el amor no hay temor, sino que el amor de Dios echa fuera el temor. De modo que, para evitar temerle a su castigo, hace falta que nos apropiemos de su amor.3
¿No será por ese amor que Dios no ha acabado con el mundo pecador de una vez por todas? Después de citar a los que se burlan de Dios alegando que nada ha cambiado desde el principio de la creación, San Pedro nos explica que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. Por lo tanto, no es que Él se esté tardando, sino que tiene paciencia con nosotros, «porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan».4 Más vale que aprovechemos esa paciencia y nos arrepintamos. Mientras haya tiempo, correspondámosle a su amor para que así, venga cuando venga, estemos preparados para el fin del mundo.
Carlos Rey
1 Luis González, Pueblo en vilo: microhistoria de San José de Gracia (Zamora, Michoacán: El Colegio de Michoacán, 1995), pp. 100-03. 2 Eduardo Galeano, Memoria del fuego III: El siglo del viento, 5a ed. (Madrid: Siglo XXI Editores, 1987), p. 3. 3 1Jn 4:16-18 4 2P 3:4‑9
Un Mensaje a la Conciencia
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En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:
«Cuando conocí a mi esposo..., él era un hombre divorciado, por causa de que su esposa anterior le fue infiel. De ese matrimonio nació un niño, que actualmente tiene quince años. Ahora nosotros tenemos... dos niños.
»Hemos sido muy felices; sin embargo, a mí me preocupa la situación de mi hijastro.... Recientemente dejó la escuela, y pienso que necesita del amor y de la dirección de su padre. Pero... por más que le pido que lo busque, me dice que ya se [acostumbraron] a estar alejados y que es difícil tratarse. El niño va a la casa de vez en cuando, principalmente cuando [necesita] dinero. Aconséjenme cómo puedo ayudar a que sane esta relación de padre e hijo.»
Este es el consejo que le dimos:
«Estimada amiga:
»Usted es una persona amorosa muy especial, ¡y una verdadera bendición para su esposo! La felicitamos por darle más importancia al bienestar de su hijastro que a los sentimientos que usted misma pueda tener con relación a la madre del muchacho. Lamentablemente, muchas de las mujeres que nos cuentan su caso, si se encontraran en la situación en que está usted, se quejarían acerca del muchacho en lugar de preocuparse por él. En cambio, usted tiene la madurez necesaria como para reconocer que la relación de su esposo con su ex esposa no tiene nada que ver con la relación de él con su hijo. En otras palabras, usted sabe que él puede mantener una relación con su hijo sin que eso ponga en peligro su matrimonio actual.
»Usted está siguiendo el ejemplo que nos dio Cristo de preocuparse por los pequeños. Quisiéramos que toda madrastra y todo padrastro siguieran su ejemplo.
»Tiene usted razón al creer que el muchacho necesita del amor y del cuidado del padre. A su esposo le resulta más fácil evitarlo que encarar los problemas emocionales evidentes en la vida de su hijo. Por lo general, los hombres pueden justificar el estar ausentes de la vida de sus hijos con un pretexto parecido al que le ha presentado su esposo. Esos hijos crecen con un gran vacío emocional en el corazón....
»Quisiéramos poder ayudarla a convencer a su esposo, pero es difícil convencer a alguien que ni siquiera reconoce que hay un problema. Le recomendamos que haga una búsqueda, en los «Casos» en nuestro sitio en la red conciencia.net, de casos de niños que han sido víctimas de abandono o descuido de parte de sus padres. En esos casos es evidente que los niños han sufrido emocionalmente, y que el sufrimiento a veces dura toda la vida.
»¡Nuestro Padre celestial nos ama a todos muchísimo y le interesa nuestro bienestar! Él debe ser nuestro ejemplo de cómo tratar a nuestros propios hijos. Siempre está atento cuando acudimos a Él en oración. Tal vez en ocasiones no nos conceda lo que le pedimos, pero siempre nos dará lo que más nos conviene.1 Y aunque quebrantemos sus reglas vez tras vez, Él nos perdona y nos da una nueva oportunidad cada vez que se lo pedimos.
»Le deseamos éxito,
»Linda y Carlos Rey.»
El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 114».
Carlos Rey
1 Ro 8:28
Un Mensaje a la Conciencia
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Zijn er afleveringen die ontbreken?
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En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:
«Tengo treinta y tres años, soy soltera y vivo con mis papás y una hermana menor.... [Como] soy la única que tiene un ingreso estable... [ayudo con casi todos los gastos de la casa]. El ingreso que reciben mis padres sólo alcanza básicamente para pagar el alquiler.
»Hace años solicité un préstamo para solventar una necesidad de la familia, el cual sigo pagando. Les he dado a mis padres ciertos consejos sobre lo que creo que debemos hacer para mejorar nuestra situación, pero ellos no lo creen necesario. ¿Soy mala persona porque en ocasiones no doy más dinero a la casa debido a que quiero salir con mis amigos? ... Si hay una necesidad de veras grande, sí lo doy.... Es que siento que mis padres podrían hacer algo para buscar más ingresos.»
Este es el consejo que le dio mi esposa:
«Estimada amiga:
»La felicitamos por la manera en que está honrando a sus padres al ayudar con casi todos los gastos de la casa. Usted no dice cuántos años tienen ni por qué carecen de un ingreso estable, pero sí dice que siente que ellos podrían hacer algo para buscar más ingresos.
»Lamentablemente en su caso, el mandamiento bíblico de honrar a sus padres no vino con información específica sobre si debiera vivir con ellos, ni cuánto dinero debe aportar para ayudarles.... Eso depende completamente de cada situación en particular.
»Al parecer, usted sospecha que está permitiendo que sus padres sean imprudentes e irresponsables en cuanto al trabajo que hacen. Como no conocemos a sus padres, no hay manera de que sepamos si eso es cierto, ya sea del todo o siquiera en parte. Pero, de cualquier manera, no creemos que debiera esperarse que ningún hijo adulto provea recursos económicos para ayudar a padres que bien pueden proveer para sí mismos.
»Como usted ya sabe que tiene la responsabilidad de ayudar con parte de los gastos debido a que vive en la casa de ellos, sugerimos que calcule cuánto le costaría vivir de manera independiente, y que esa cifra represente la mínima cantidad de dinero que debe aportar. Luego añada un poco más en señal de honra a sus padres, y el dinero que sobre después de sus otros gastos puede ser el dinero que le queda para diversión y actividades sociales.
»Creemos que es importante que usted tenga amistades y disfrute de una vida social, y sabemos que cuesta dinero comer fuera de casa y asistir a actividades sociales. Sin embargo, como ha sido responsable con su trabajo y ha logrado tener un ingreso estable, puede dedicar una parte razonable de su sueldo para cubrir gastos de diversión.
»Ojalá que no sean sus padres quienes han hecho que se sienta culpable en cuanto a su vida social. Si bien usted es la hija de ellos, no es una niña.... Para honrar a sus padres debe tratarlos con respeto, pero no tiene la obligación de obedecerles.»
Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 703.
Carlos Rey
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(Antevíspera del Aniversario de la Muerte de Pelé)
No había cumplido aún los dieciséis años cuando debutó en el club Santos del Brasil y marcó su primer gol como profesional. A diferencia de otros jugadores de renombre a escala mundial, permaneció en el mismo club casi toda su carrera, con el que ganó dos Copas Libertadores de América y dos Copas Intercontinentales.
Pero sus triunfos más satisfactorios los obtuvo Pelé con su Selección Nacional, con la que conquistó tres títulos mundiales jugando al lado de los gigantes del fútbol brasileño de su época, entre ellos Mario Zagallo, Garrincha, Didí, Vavá y Zito. En sus primeros dos mundiales, Suecia 1958 y Chile 1962, Pelé tuvo la distinción de ser el jugador más joven en llegar a ser campeón y bicampeón del mundo. A lo largo de su carrera fue un prodigioso goleador, marcando 1282 goles en 1366 partidos jugados, 77 de éstos representando a su país: más que ningún otro en la historia de la Seleção brasileira.
Con razón a Edson Arantes do Nascimento, «O Rei» Pelé, se le ha considerado indiscutiblemente, durante casi toda su vida profesional, como el mejor jugador de fútbol de la historia.
Pelé se despidió del fútbol internacional en el mítico Estadio Azteca en la final de México 1970. Cerrando su participación con broche de oro, tuvo una actuación incomparable contra Italia. En el minuto 18 marcó de cabeza uno de los goles más memorables de todos los mundiales, rematando, raso y potente, un pase letal de Rivelino, que venía con efecto. A la postre, los hábiles cariocas, que de paso se robaron el corazón de los mexicanos, golearon 4 a 1 a la cuasi-infranqueable defensa italiana, y se convirtieron en el primer seleccionado en coronarse campeón en tres copas del mundo.
Pelé y sus compañeros del scratch du oro se dieron el lujo de pasear la Copa Jules Rimet por el césped del Azteca, sin imaginarse jamás que lo que no logró ese día la escuadra azzurri, lo conseguiría otro enemigo, años más tarde, en su propia casa. Un contrario desconocido habría de arrebatarle la copa al equipo campeón, robando el codiciado trofeo de la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol en Río de Janeiro, de modo que desaparecería por completo.
Gracias a Dios, en el campo de juego espiritual, los que somos seguidores de Cristo, cuales trofeos que Él ganó como resultado del juego decisivo en que venció a su archienemigo Satanás, no tenemos que temer que ni el diablo ni ningún otro contrario desconocido algún día pudieran arrebatarnos de nuestro dueño. Porque esa victoria que Cristo obtuvo mediante su muerte y resurrección lo acredita como nuestro pastor, y a los que somos de su rebaño, Él nos asegura que nunca pereceremos, y que, a diferencia de lo que pasó con la Copa en manos de la Confederación Brasileña de Fútbol, nadie jamás podrá arrebatarnos de su mano.1
Carlos Rey
1 Jn 10:10‑14,25‑29; 16:33; Heb 2:14‑17
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En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:
«Siempre había esperado que mi futura esposa amara a mis papás, y así fue cuando me comprometí con mi esposa. Pero desde el día de los preparativos de nuestra boda, las cosas se fueron a la deriva. Mis papás tuvieron desacuerdos con mis suegros, por lo que mi esposa comenzó a sentir rencor hacia mis padres... y las cosas fueron de mal en peor el día de la boda....
»Las veces que peleo con mi esposa es por razón de mis padres. Me gustaría honrarlos y apoyarlos de alguna manera, pero mi esposa ha cerrado su corazón para ellos, al punto de que no deja que abracen a mis hijos ni se acerquen a ellos.»
Este es el consejo que le dio mi esposa:
«Estimado amigo:
»... Muchas mujeres crecen idealizando su futura boda con el hombre de sus sueños. Pero con frecuencia los padres del novio (especialmente la mamá) tienen sus propios sueños para la vida del hijo. No nos sorprende que los desacuerdos en su familia hayan comenzado el día de los preparativos de la boda porque ese fue el momento en que los sueños de su novia chocaron de frente con los de la mamá (y tal vez también con los del padre) de usted. Seguramente discutieron sobre algunos detalles. Y, como era de esperarse, sus suegros defendieron a la hija.
»Todos los desacuerdos de ahí en adelante han girado en torno a quién está tratando de proteger los intereses de quién. Los padres de usted quieren protegerlo de una esposa que ellos sin duda piensan que debiera tratarlo mejor. Pero cuando ellos tratan de protegerlo a usted, ofenden a su esposa. Entonces los padres de ella, viendo que ha sido ofendida, tratan de protegerla, y su esposa a su vez trata de proteger a sus hijos y a los padres de ella. Su esposa no necesita protegerlo a usted porque los padres suyos ya lo están protegiendo muy bien.
»La Biblia deja en claro que, desde el principio de la creación, Dios previno que esto sucedería. Él puso el instinto materno consciente de que era necesario que las madres protegieran ferozmente a sus hijos. Pero luego le puso un límite de tiempo al decir: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y los dos llegarán a ser uno solo.”1
»El dejar a padre y madre es una acción física, económica y emocional. Significa que el hombre forma una nueva familia junto con su esposa, y que su presencia y lealtad se traspasan de sus padres a su esposa. Él tiene la responsabilidad de honrar a sus padres, y al mismo tiempo dejarles en claro que, de ahí en adelante, su esposa debe tener la prioridad.
»Suponemos que usted se encuentra atrapado entre sus padres y su esposa debido a que ha tratado de complacerlos a ambos. No ha “dejado” a sus padres emocionalmente tal como enseña la Biblia. Una vez que lo haga y que haya pasado suficiente tiempo para que su esposa se sienta apoyada emocionalmente por usted, juntos pueden decidir en cuanto al contacto que han de tener con sus padres.»
Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 822.
Carlos Rey
1 Gn 2:24 (NVI)
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Cuentan que un hombre recibió de parte de su hermano un automóvil como regalo de Navidad. Cuando salió de su oficina esa Nochebuena, vio que un niño desamparado estaba caminando alrededor del brillante auto nuevo y que lo contemplaba con admiración.
—¿Este es su auto, señor? —preguntó el niño.
El hombre afirmó con la cabeza.
—Mi hermano me lo dio como regalo de Navidad.
El niño se quedó asombrado.
—¿Quiere decir que su hermano se lo regaló y a usted no le costó nada? A mí sí que me gustaría... —titubeó el niño.
El hombre se imaginó lo que iba a decir el niño: que le gustaría tener un hermano así. Pero lo que el muchacho realmente dijo estremeció al hombre de pies a cabeza:
—Me gustaría poder ser un hermano así.
El hombre miró al muchacho con asombro, y se le ocurrió preguntarle:
—¿Te gustaría dar una vuelta en el auto?
—¡Claro que sí! ¡Me encantaría!
Después de un corto paseo, el niño se volvió y, con los ojos chispeantes, le dijo al hombre:
—Señor, ¿sería mucho pedirle que pasáramos frente a mi casa?
El hombre sonrió. Creía saber lo que el muchacho quería. Seguramente deseaba mostrarles a sus vecinos que podía llegar a su casa en un gran automóvil. Pero, de nuevo, el hombre estaba equivocado.
—¿Se puede detener donde están esos dos escalones?
El niño subió corriendo, y al rato el hombre oyó que regresaba, pero no tan rápido como había salido. Era que traía a su hermanito lisiado. Tan pronto como lo acomodó en el primer escalón, le señaló el automóvil.
—¿Lo ves? Allí está, tal como te lo dije, allí arriba. Su hermano se lo dio como regalo de Navidad, y a él no le costó ni un centavo. Algún día yo te voy a regalar uno igualito... Entonces podrás ver tú mismo todas las cosas bonitas que hay en los escaparates de Navidad, de las que he estado tratando de contarte.
El hombre se bajó del auto y subió al hermanito enfermo al asiento delantero. El hermano mayor, con los ojos radiantes, subió detrás de él, y los tres comenzaron a dar un paseo navideño inolvidable.1
Esa Nochebuena, aquel hombre comprendió el verdadero significado de las palabras del apóstol Pablo, que a su vez recordaba las palabras de nuestro Señor Jesucristo: «Ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, mensaje que tiene poder para edificarlos y darles herencia entre todos los santificados. No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»2
Carlos Rey
1 Dan Clark, Soul Food [Alimento para el alma], Vol. 2 (CFI: Springfield, Utah, 2007), pp. 7-8 <https://books.google.com/books?id=tMgLvMhiPHkC&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false> Online 26 October 2015. 2 Hch 20:32-35
Un Mensaje a la Conciencia
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La iglesia era muy antigua; su pastor, muy joven. Había sido una de las iglesias más bellas en su apariencia externa; ahora estaba en decadencia. Pero el pastor y su joven esposa creían que con pintura, con un martillo y con fe podrían restaurarla a su gloria pasada. Así que se pusieron a trabajar.
Para colmo de males, una tormenta azotó aquella región, y la iglesia no escapó a su furia. Un enorme pedazo de revoque mojado se desprendió de la pared interior detrás del altar. El pastor y su esposa barrieron el piso, pero no pudieron ocultar la antiestética irregularidad en la pared.
—¡Faltan sólo dos días para la Nochebuena! —exclamó la esposa del pastor.
Esa tarde la desanimada pareja asistió a una subasta en beneficio de un grupo de jóvenes. El subastador abrió una caja y sacó de allí un hermoso mantel de encaje de oro y de marfil, que tenía cinco metros de largo. Pocos hicieron ofertas por el mantel debido a lo poco práctico y anticuado que era. Pero de pronto el pastor tuvo una idea. Ofreció sólo seis dólares con cincuenta centavos e hizo suyo el magnífico mantel.
De vuelta a la iglesia, sujetó el mantel a la pared detrás del altar, logrando así tapar por completo el hueco antiestético.
Al mediodía de la Nochebuena, mientras abría la iglesia notó a una mujer pasando frío en el paradero de autobuses, así que alzó la voz y le dijo:
—El próximo autobús se demora otros cuarenta minutos, señora. ¿Por qué no entra a la iglesia un rato y aprovecha nuestro sistema de calefacción?
La mujer aceptó su atenta invitación y le contó que había viajado desde la ciudad esa mañana a ver si conseguía el puesto de niñera de una familia rica del pueblo, pero no la habían aceptado.
Cuando el pastor se levantó para arreglar el mantel en la pared, la mujer clavó los ojos en el fino encaje de oro y de marfil. Luego se acercó y lo frotó con los dedos.
—¡Es mío! —exclamó—. ¡Este es mi mantel para banquetes!
Y se lo comprobó al asombrado pastor mostrándole sus iniciales bordadas con monograma.
—Mi esposo me lo mandó a hacer en Bruselas. ¡No hay otro igual!
Dicho esto, la emocionada mujer le contó al pastor que ella era vienesa, que junto con su esposo se había opuesto a los nazis de Alemania y se les había aconsejado que abandonaran el país por separado. Fue así como su esposo la embarcó en un tren que iba para Suiza. Tan pronto como pudiera, él se reuniría con ella... pero jamás volvieron a verse. Posteriormente le informaron que él había muerto en un campo de concentración. El pastor procuró consolarla e insistió en que se llevara el mantel, pero ella rechazó la oferta y se fue.
Esa noche, después de la reunión, el relojero del pueblo se le acercó y le dijo extrañado que ese mantel era idéntico a uno que él le había mandado a hacer a su esposa en Viena. Cuando el pastor le contó lo sucedido al mediodía, el hombre exclamó:
—¡No lo puedo creer! ¡Mi esposa aún vive!
Con la ayuda de la familia rica que había entrevistado a la mujer, lograron ponerse en contacto con ella y salieron de inmediato a su encuentro. Esa noche realmente fue buena, pues fue testigo de un reencuentro extraordinario, tal como lo fue la primera Nochebuena, que presenció el trascendental reencuentro entre Dios y la humanidad perdida.
Carlos Rey
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