Afleveringen
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Agradezcamos a Dios el habernos dado a María, aprovechando el mes de mayo que comenzamos para ser más marianos. ¿Qué significa ser mariano? Sin duda amarla, y mucho. Busquemos hacerlo a través de la presencia de Ella, paralela a la de Dios. Y rezando bien el Rosario, hasta identificar nuestro corazón con el suyo. Entonces no serán extrínsecas nuestras virtudes, sino que procederán de un corazón asimilado a otro.
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Jesús dijo que, cuando fuera levantado sobre la tierra, atraería todo hacia Sí (Jn 12, 22). Podemos entenderlo referido a la Santa Misa: todo se resuelve en ella. El misterio de la muerte de Cristo se hace ahí presente. Ahí se unen el cielo y la tierra, ahí se ventilan cuestiones tan importantes como nuestra relación con Cristo, nuestra unión con Él. Dejemos que todo cuanto hacemos y somos sea atraído por la Misa.
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Zijn er afleveringen die ontbreken?
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En los días ordinarios podemos orar con la devoción del día. Los sábados están dedicados a María. Ella nos recuerda la cercanía de Dios y nos descubre su bondad. Nuestro pensamiento se llena, al dirigirlo a Ella, de contento, de esperanza, de seguridad, de consuelo. María es toda de Dios, y eso es también lo que deseamos ser cada uno.
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Los grandes heresiarcas han buscado erradicar de la fe la Cruz de Cristo, buscando atraerse adeptos, y han terminado por destruir la fe. La Cruz es la única fuente de santificación y también de felicidad. Dios nos da, multiplicado, lo que nosotros le damos a Él. San Juan de la Cruz lo comprendió bien al escribir: “Mejor es sufrir que hacer milagros”. O: “Quien supiere morir en todo, tendrá vida en todo”.
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María dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada porque Dios la ha mirado. Mirar a Dios es amar a Dios. Al mirarla, la llena de gracia, y nosotros nos elevamos también al mirarla. ¿Cómo me ayuda mirarla? A veces, físicamente, cuando me encuentro con sus imágenes. Otras veces, al advertir lo que Ella es, y cómo me enseña a mirar a Jesús en los misterios de la redención.
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La fiesta civil del día internacional del trabajo se cristianizó con la memoria litúrgica de san José obrero. Y es una manera muy bonita de arrancar el mes de mayo, pues María es la primera devota de José. Santa Teresa invitaba a pedir gracias a María poniendo como intercesor a san José. Pidámosle una fundamental: vivir como él en la intimidad del hogar de Nazaret, en constante oración y creando un ambiente de cariño.
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Juan Bautista respondió a los sacerdotes y levitas llegados de Jerusalén: “En medio de ustedes hay uno que no conocen”. Quizá nos pase lo mismo: ¿conocemos realmente a aquel que está en medio de nosotros y debe ser nuestro amigo básicamente único y verdadero? “Conocerlo a Él”, no solo su doctrina o su vida. A eso vamos a la oración: a lograr un conocimiento personal, de primera mano, de la Persona de Cristo.
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Cuando un futbolista se prepara para ingresar al campo, hace ejercicios de calentamiento. Ya tan cerca de mayo, podríamos hoy disponer nuestro corazón para vivir este mes muy cerca de María. Un mes alegre, siempre del tiempo Pascual, con los días más largos y soleados. María nos habla de la ilusión, de fuego del amor, de las delicadezas con Jesús. Podremos experimentar un rejuvenecimiento de nuestra vida interior gracias a su intercesión.
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Jesús invitaba a sus discípulos a retirarse con Él a un lugar apartado. ¿Cuál? Nuestro propio corazón. Para que se establezca el contacto y el diálogo, necesitamos ser amigos del silencio, ejercitarnos en el “no hacer nada”, aunque en realidad estaremos haciendo lo más importante: llegar a lo profundo, donde está Dios. Examinarnos si tenemos manifestaciones de superficialidad.
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Al niño se les suele dar regalos. Jesús nos dijo que nos hiciéramos como niños. Vamos, pues, a pedirle un regalo a nuestra Madre. ¿Cuál será el mejor de todos? Sin duda su amor por Jesús. Es una aspiración imposible, pero se vale soñar. Un amor intenso, que erradique la tibieza. Un amor continuo, que evite los huecos vacíos en nuestro día, porque estamos enamorados. Un amor delicado, porque aprendemos del Corazón de Ella.
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San Bernardo explica que, entre la primera venida de Cristo hace dos mil años, y la última, al fin de los tiempos, está la intermedia, la de cada instante. En ella, Jesús es nuestro descanso y nuestro consuelo. Nos dona a cada instante su gracia, y con ella podemos confiar en la consecución de la meta final. Si tengo actitudes negativas, derrotistas, pesimistas, recordaré que mi esperanza se basa en el infinito Amor de Dios por mí.
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“La santidad es amor”. En estas cuatro palabras encontramos un resumen de Dios, de su obra creadora y del destino de los seres espirituales. Él no puede hacer nada distinto a amar, pues es su esencia. Y a eso nos invita, a la unión de amor. Preguntémonos si cada una de nuestras actividades nos hace crecer el amor.
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Si tuviera que contestar a la pregunta, ¿quién es hoy y ahora para mí Jesús de Nazaret? Ojalá respondiéramos con san Pablo: mi plenitud. En Él encuentro cuanto necesito: es mi Maestro, mi Médico, mi Medicina, mi Salvador, el Sumo Sacerdote que intercede por mí, el Pastor que me conduce y los pastos que me alimentan. En él encuentro todo, pues en Él reside la plenitud de la divinidad corporalmente.
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Una importante tarea desempeñaba, en las bodas judías, el amigo del novio, pues preparaba todo lo relativo a la celebración. Pero después de la boda, desaparecía. Así se ve el Bautista respecto a Jesús. Su vida está solo en función de Aquel a quien anuncia, sin pretender provecho alguno personal. Busquemos imitarlo, actuando con rectitud de intención en cuanto hacemos.
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Jesús dijo a sus discípulos que en el mundo tendrían tribulaciones. Y, compadecido de nuestra debilidad, eligió darnos una madre, como compañía y consuelo. San Bernardo habla de “mirar a la estrella, mirar a María”. Entonces soportaremos los vientos de las tentaciones y los escollos de las penas. Experimentaremos el consuelo de un regazo y la ternura de unas caricias.
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En el canto del Magníficat, María se refiere dos veces a la humildad. Es la razón, dice, por la Dios se complace en Ella. También se complacerá en nosotros porque la soberbia es mentira: pensar que somos algo cuando no somos nada. Entre las cien cabezas de la soberbia, podemos atender al modo como reaccionamos ante las humillaciones o las correcciones. Son excelentes ‘áreas de oportunidad’.
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Zacarías llevaba seis meses mudo por no haber creído el mensaje del ángel. Cuando Isabel ve a María, la alaba por su fe. Estamos invitados a hacer de la fe una forma debida: los atributos de Dios, como la Infinitud y la Omnipresencia, nos permiten comprender que no hay ‘espacios’ fuera de Dios. Vivir de fe redimensiona la existencia y lleva al abandono.
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El sacrificio del Calvario se hace perpetuo en la Santa Misa. Pensemos en ella, para valorarla mejor: ahí tomamos parte en el sacrificio de la Cruz. Misterio que nos rebasa. Que no flaquee nuestra fe, que no admitamos pensamientos o actitudes que la banalicen. Que no se convierta en una mera obligación. Viajemos por el tiempo y por el espacio para ubicarnos en Jerusalén, el primer Viernes Santo. Percibiremos los frutos de la Redención.
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¿Templo sin la Eucaristía o con ella? La diferencia es enorme. Hay Alguien o no hay nadie. Cuando está, hemos de decir: ¡sí, ahí está una persona viva! Intentemos ser un poco más coherentes con nuestra fe: no es una fantasía mítica ni son palabras vacías. Es real, y si lo niego, en ese mismo momento soy hereje, pierdo la fe católica. Señor, ¿a quién iremos? Ve a la Eucaristía.
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Refiriéndose a Jesús, dice san Juan en su primera carta (1, 1-4) que “la Vida se manifestó”. ¿La Vida? Sí el que se manifestó fue el Verbo de la Vida, pues Él la posee en plenitud. ¿Somos conscientes de que nos ha comunicado su Vida, la Vida divina? Dentro del misterio que supone toda vida, es aún más misterioso el de la Vida de Cristo. Que nos vivifiquemos en la recepción de los sacramentos y en la vida ‘a dúo’ o, mejor, siendo uno y el mismo.
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